10 de septiembre de 2025

 


El volteo del benjamín


IV

 

      En mi mundo se debatía sobre la conveniencia de la democracia orgánica dirigida por el insondable Caudillo, conductor de mano firme y vigía de occidente, látigo de herejes y masones, así como de los intelectuales a la violeta, facedores de encajes de bolillos con alguna palabra o matiz.

El discurrir de nuestras vidas estaba vigilado por las potencias extranjeras, en concreto, las ocultas tras el telón de acero y sus regímenes contra natura y sin Dios, sobre todo la URSS, cuyos habitantes escondían el rabo, pero no conseguían enmascarar el tufillo a azufre que despedían y lo difícil que era purificarlos. Lo atestiguaron los empleados de la limpieza del Bernabéu cuando les tocó adecentar los vestuarios después de la final de la Copa de Europa de Selecciones, destrozadas sus huestes por el gol de Marcelino.

Hoy en día me he enterado del resultado de aquel partido: dos a uno a nuestro favor. Durante mucho tiempo, creí que el resultado había sido de Marcelino uno, los otros cero.

De alguna manera, me sentí decepcionado. Ya no era nuestro guerrillero contra los bolcheviques, era un partido de fútbol, once contra once y, además, con árbitro. Es lo que tiene la infancia, que se glorifican los recuerdos.

De todo esto me enteré viendo el No-Do o noticiero, de obligado visionado. Entre inauguraciones y cuestaciones de la insigne familia y de los próceres de la época jurando el cargo ante su excelencia en todos estos eventos, en primer plano, o segundo, siempre salía un sacerdote, hisopo en mano, bendiciendo a troche y moche para evitar las malas influencias, siempre vigilantes, que no se sabe por dónde nos pueden venir los enredadores, desestabilizadores, infiltrados y, los más tontos, los compañeros de viaje del rojerío internacional, muy molestos, pues en nuestra sagrada tierra mordieron el polvo y fueron expulsados con todas las de la ley y el vigor de nuestro brazo en la Sagrada Cruzada Nacional.

¡Ahí es ná!

 

 

 


 


 

 

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