4 de marzo de 2022







Gentes con paraguas en la ciudad.




Personas con paraguas transitan con su rutina.

La lluvia, precipitada sobre las hojas del árbol en el bulevar. Se pegan al cemento, haciendo intransitables los apresurados pasos de los que huyen del agua que cae.

Las del parque esperaran estoicas que vengan a recogerlas.

Gentes con paraguas en la ciudad.

Las personas, que transitan con sus rutinas, bajo los paraguas. Las aguas aliviadas sobre la fronda despejan de hojas los árboles, se pegan al cemento por supuesto, volviendo intransitable el barrio.

Se reconocen los apresurados pasos de los que huyen de la lluvia que cae.

Las hojas esperarán, estoicas, que vengan a recogerlas.

Gentes con paraguas transitan su cotidianidad. La lluvia, precipitada sobre las hojas de algunos árboles del bulevar, se adhieren al cemento, se pegan al suelo, haciendo difícil el paso de los apresurados, de los que huyen del agua que cae.

Las hojas.

En el parque, olvidadas, esperan imperturbables a quien vendrá a recogerlas.

Gentes con paraguas, de caminar cauteloso entre la acera y el asfalto. Este padre reprende a su crío que chapotea feliz. Bajo su quita aguas, esa pareja, no le pone inconveniente a la lluvia. Hay pájaros guarnecidos, pero otros baten sus alas bajo la lluvia.

De pequeño, mi madre me enseñó a refugiarme en los soportales, pacientemente, esperando a que escampe, vigilados por porteros, temerosos de una invasión a su suelo. Un empellón servía a los residentes para despejar el camino. Dependiendo de su tamaño, el zaguán estaba vacío o en plena ocupación, esto hacía dificultoso guarecerse.



De chico gustaba, con otros, correr de portal a portal, ignorando la lluvia.

Desafiantes.

Entre risas.

Empapados al final.

Me gusta ver gente con paraguas en mi ciudad.