2 de diciembre de 2019

Extravagancias-5




El ello


Desde hace algún tiempo necesita levantarse a media noche para ir al baño, siempre dormido, siempre somnoliento. Arrastra sus pies embutidos en las pantuflas al uso hasta el cuarto de baño y, al abrir la puerta, lo ve, sentado en la taza del váter con los ojos semicerrados, la cabeza gacha, la barbilla apoyada en el puño.
¿Qué hace ahí? En mi cuarto. ¿Quién es?
El temor por sentirse sorprendido en el dulce hogar le hace cerrar presto la puerta y quedarse como un pasmarote en el umbral, y el miedo subiendo desde las tripas hasta acomodarse en la garganta. Acongojando.

Hay un intruso en casa

Es el asaltante un forajido que te sorprende cuando más indefenso te hallas en la penumbra de la noche, con la mente y el cuerpo aún desperezándose.
Necesidad de reaccionar.
¿Qué hacer? ¿Llamar a la policía, armarse de algún objeto contundente?
Pero moverse significa abrir el resto de la casa a las andanzas del intruso. Moverse significa desguarnecer la casa.
Angustiado, preso de la indecisión, el corazón bombea sangre con adrenalina para despertar los nervios relajados, tensando los músculos imprescindibles para la acción, oxigenando un cerebro que debe ofrecer soluciones.
Una pulsión en el picaporte anuncia un movimiento al otro lado.
Veloz como el rayo, con ambas manos sujeta la manilla impidiendo la torsión, mientras los pulmones acaparan aire a marchas forzadas. Reparar en la presión de la manija en la mano de quién intenta salir y aguantar impertérrito con los tendones jalando hacia ti. Cuánto tiempo se puede sobrellevar este apremio conteniendo por la fuerza lo que desde el otro lado viene.
Y el corazón a punto de estallar por el frenético pulso al que es sometido esta noche.
Es el pánico lo que lo sostiene en pie aguantando férreamente la puerta, impasible al dolor de unas fibras a punto de rasgarse, tal vez incapaz de sostener esta lucha desigual ante el hercúleo poder que intuye al otro lado. Y es consciente de ir perdiendo la batalla. Le es imposible sobrellevar por más tiempo este esfuerzo homérico propio de semidioses.
Las fuerzas propias cada vez más escasas se van diluyendo. Y llega el pavor a la derrota, a caer vencido, a sucumbir tras los innombrables padecimientos, y nota una debilidad en las piernas que lo sostienen, y su corazón se acelera en un fútil intento de recuperar fuerzas, de animar al cerebro para que encuentre una salida en lo que a todas luces le es incomprensible.
Y vendrá un final. Y teme ese momento cuando se ha rendido y los dedos agarrotados ceden a la fuerza del otro lado, y las escasas fuerzas que le aguantan en un cuerpo desmadejado se escurren con él pegado a la puerta junto con un vahído que le anuncia el síncope.
Tendido junto al quicio de la puerta en un postrero atisbo de conciencia, espera ver su destino cuando la puerta se abra.
Moroso, como en una película de miedo, el picaporte gira hasta el clic para abrirse y en el minisegundo que dura el tránsito al desvanecimiento, no desea ver al invasor.
Las nubes del desmayo han velado su visión no llegando a atisbar la negrura del otro lado, la quiebra de su interior es la constatación del infarto.
El acelerado ritmo con el que el corazón responde a nuestras demandas por el ejercicio o el miedo, el golpe furioso del músculo contra las costillas se oye. Dum contra el pecho, dum-dum, y llega el dolor y se rompe, notas entonces el silencio del corazón roto y, tras instantes eternos, un nuevo golpe seco, dum, y seguido otro, luego la pausa cada vez mas larga y esa sangre que ya no se bombea a todas partes y deja sin oxígeno el cerebro dando paso a la inconsciencia, dum, y seguido otro, y entre los destellos de la razón, la certeza de perder el sentido preludio del sueño eterno, estás  a un paso del más allá.
Desde el otro lado, cruzando el umbral, viene…

******


Al salir del cuarto de baño a estas intempestivas horas no olvidarse de jalar la cadena. Somnoliento, cansino, con la indolencia de un cuerpo dormido deseoso de volver al lecho.
Sentado ya, en el borde de la cama se pregunta el interfecto el porqué. Por qué se encaja la puerta del baño todas las noches, será producto de la dilatación de la madera, será un picaporte defectuoso.
Antes de posar la cabeza en la consabida almohada, toma la determinación de limar el quicio de la puerta o, mejor dicho, de la jamba, espera, se debe decir cepillar. La madera se cepilla y, para ello, deberá conseguir un cepillo, también su mente en un destello sugiere cambiar el picaporte, luego viene el sueño y se dejan las divagaciones por esta noche.

Y mañana se repetirá otra vez, sin solución de continuidad.

******

Hay algo en los sueños premonitorio.
Hay algo en los sueños dispuesto para advertidnos de acechanzas.
Un sueño oscuro nos dice que al otro lado del espejo está el otro.
El otro está al otro lado de la puerta y desconoces sus intenciones.
Qué hace el otro del espejo cuando sales del baño.
El reverso de la vida, un míster Hyde sin pócimas trasegadas, el monstruo que llevamos dentro, oculto, amordazado, el prisionero del espejo.
No puedes saber lo que trama cuando está al otro lado de una puerta cerrada, solo intuyes que quiere ocupar tu lugar, desplazarte y no ser un reflejo, dejar de ser una sombra inquietante en la noche, cuando la piel erizada y el vello de punta anuncian una premonición. Es una señal para que te cuides…

De ti mismo.

3 de noviembre de 2019

Extravagancias-4



Y es lo que hay



            Conocí el relato de oídas. Es la historia de un país pobre.
Pequeño y sin bellezas naturales remarcables, por no tener, ni siquiera tiene deuda.       De costumbres ancestrales, les enseñan a cuidar de los suyos, y eso conlleva una amplia red social compuesta por niños, ancianos, tíos, primos, hermanos, padres, a los que se suman yernos, nueras y cuñados. Unos cuidan de otros, y viceversa. En general, todos tienen de todo, quiero decir, familiares; en caso de alguna inesperada carencia se adopta a quien sea menester.
            No exportan nada, nadie se interesa por lo que hacen y el comercio es un trueque entre vecinos incluidos los del otro lado de la linde.
            Una tierra sin comodidades, con sus peligros tipo, entiéndase animales salvajes. De vez en cuando, los come el tigre. Y lo reflejan los decires: ante una situación peligrosa salta la expresión: “Tú lo que quieres es que me coma el tigre”.
            Hay otros países, entre ellos uno muy, muy rico.
Para seguir siéndolo debe vender, vender, venderles a todos. Sin excepción.
Y ahora dejemos que hable el pequeño país.


Hace algún tiempo visitaron el país unos señores que deambularon por el territorio, curioseando, hablando incluso con la abuela que, de puro anciana, ha perdido algo de oído y de interés.
Al poco los vemos mohínos, con un gesto adusto. ¿Y cuál es el motivo de su estado? No les han comprado nada.
De sus ojos se desprende una extraña sustancia parecida al azogue, y donde cae contamina el suelo impregnándolo de un repelente olor que hace vomitar a más de uno.
Alguien intentó explicar lo evidente: no podemos comprar porque no tenemos dinero, así de llano.
            En otros tiempos, cuentan los viejos del lugar, aceptaban la evidencia y nos dejaban en paz, desaparecían tras la neblina de sus humos como un mal sueño.
            Los de hoy son más pertinaces.
Piden explicaciones por todo y vuelven a la carga.
Aseguran, con una sonrisa en sus labios:
—Os lo podemos vender a crédito.
—Pero no tenemos nada con lo que responder.
—No importa, responderás con tu trabajo.
—No tengo trabajo.
—No importa, que os avale un familiar, un país vecino. Tengan en cuenta que cada vez es menos útil el dinero en efectivo, se estilan más las tarjetas, ustedes por eso no se preocupen, yo mismo los puedo avalar.
—Rellenen estos papeles para el Banco, firmen aquí.
            Antes de firmar, cambiamos de argumento y, a modo de ejemplo, dudamos de la utilidad de comprar un aparato eléctrico. Carecemos de energía eléctrica. No disponemos de la infraestructura ni de las instalaciones a ello asociadas.
            —No importa. Te construiremos una central y la correspondiente canalización.
Y sonriendo añaden:
—Solo tienes que firmar un contrato de suministro con una compañía de la amplia oferta de distribuidoras eléctricas, como es lo procedente en estos tiempos de máxima transparencia, en el mundo alegre y vivaz de la libre circulación de capitales; en todo caso se deberán hacer las pertinentes reformas legislativas.
            Perplejo, hay uno que pregunta:
—¿Qué es eso? No tenemos leyes, tenemos costumbres y con ellas vivimos.
            Nos resistimos en lo que presiento va a ser un vano intento por nuestra parte de eludir cualquier tipo de compromiso. Sé que hemos perdido el envite. Somos un ratoncillo de campo zarandeado por las garras del felino sin hambre que trastea con la comida, que nos obliga a correr, para luego golpear certero en su macabro juego de muerte.
            Los hemos subestimado.
            Son como niños y no quieren dar el brazo a torcer, cosa deducible por sus cejas enarcadas y la mirada de suficiencia de los comerciales. Insisten en la lavadora.
Dudamos de la utilidad de una lavadora en un país donde apenas hay ropa y donde el clima no es extremado. Se han entusiasmado y, acto seguido, nos ofrecen un convenio de colaboración para la construcción de una fábrica de hilados, otra de tejidos, otra para coser, y hasta maquinas para ensamblar otras máquinas. Todo ello será posible con la central eléctrica que tan gentilmente nos van a construir.
            Eufóricos, en un pispás nos han diseñado un centro comercial con muchos multi cines, bares, tiendas, donde podemos pasear bajo luces de bajo consumo, admirando los escaparates en los que se exhiben los vestidos manufacturados diseñados por la brillante industria local.
Además, se podrían adquirir exquisitos productos de importación traídos desde los más exóticos lugares del planeta para exhibir en los eventos propios del país, dando una imagen conspicua a la par que elegante.
Desarrollando acuerdos de los que convienen a la expansión y al crecimiento sostenible de las naciones, ítem más, conseguir los contactos necesarios que mejorarían vuestra presencia internacional.
            Una impresionante visita virtual por el consorcio urbanístico “Los emprendedores” y su letanía: por supuesto, pueden solicitar presupuestos sin compromiso a cualquiera de las empresas del sector.
Y en su tableta, construyen casas, fábricas, carreteras y puentes, tienden líneas férreas, construyen aeropuertos, diques, muelles, centrales, todo lo que se necesite a precios muy ajustados y, por supuesto, no todo va a ser trabajo, ponemos a su entera disposición una amplia gama de centros de ocio y descanso para usted y su familia. Desde el ocio activo hasta las más sofisticadas formas de relajación y descanso en un ambiente cálido y acogedor. Por no hablar de las ventajas sobrevenidas como es el considerable aumento de la oferta de puestos de trabajo no especializados (idóneos para ser ocupados por aquellos que han sido despidos procedentes una vez finalizadas las obras de construcción del centro)
Será conveniente un centro de formación donde reciclar y formar a los candidatos a las nuevas oportunidades que se les abren dentro del amplio abanico que ofrece el sector servicios. Quién sabe si hasta una universidad donde preparar a las élites que en un futuro dirigirán vuestra sociedad. El maravilloso mundo del trabajo os permitirá reducir el paro endémico de la región y ver prosperar el país en el concierto internacional.
—Tendréis presencia, seréis alguien.
Por contestar algo les decimos:
—Miren ustedes, como no tenemos trabajo, no tenemos paro; sería de tontos buscar trabajo para que luego me lo quiten cuando les venga en gana. 
Nos explican. No importa, todo se puede solucionar. Con nosotros, y en unos cuantos años de progreso y de crecimiento económico podréis disfrutar como el resto de países civilizados del trabajo.
Del famoso trabajo precario y del paro del que tanto se oye hablar.
Lo que es inevitable es que tenéis que comprar cosas, si no a nosotros, por lo menos a nuestros competidores. No debéis desaprovechar esta magnifica oportunidad de negocio, de desarrollo, de crecimiento, de sostenibilidad. De verdad, solo pensamos en lo mejor para vuestro país.
Les decimos que, si no compramos nada, a nadie debemos.
¡Se han enfadado! Se han ido sin poder dar un portazo, pero removiendo mucho el aire.
No tiene relación alguna, pero últimamente se ve mucho movimiento al otro lado de la frontera, se están viendo soldados acompañados de su parafernalia. Vienen cargados de herramientas de probada eficacia. Los vemos pasar rodando con inmensos artefactos.
A las cabras se les ha cortado la leche con tanto ruido.
De momento, seguimos haciendo nuestra vida normal, pequeños trueques a un lado y al otro de la frontera. Despacio y sosegado discurre nuestro devenir al ritmo de las estaciones tal como vivieron nuestros padres.

Curiosamente, en el lugar más común de trueque han puesto a un tipo en una garita a pleno sol, se autodenomina Guardia Fronterizo. Y vigila que no violemos las fronteras, por si se nos ocurre robar o algo peor. Vigila por si los invadimos. Insiste en que le enseñemos nuestros papeles para poder pasar.
Seguimos haciendo nuestra vida, con la salvedad tal vez de pasar lo más alejados posible de su garita o cruzando por medio cuando el aduanero se va a comer.
Cada vez se ve más trasiego de gentes por los límites tradicionales, nunca hemos visto tanta.
Comenta el guarda que hay previstas unas importantes maniobras conjuntas entre su país y su nuevo amigo rico y poderoso y que no estamos invitados.
Un gran aliado que les ayudará a protegerse de nosotros en caso de necesidad. “No quiero decir con ello que vosotros representéis algún peligro o amenaza, pero nunca viene mal estar preparados”.
Nos reímos mucho con las historias del aduanero.
Durante las maniobras, se les ha escapado alguna bomba sin querer, ha habido algunas balas perdidas con tan mala fortuna que nosotros las hemos encontrado.
Algunos incidentes han sido fatales. Nos advierten que debemos tener cuidado y respetar el margen de seguridad, aunque este invada nuestra región, mejor que nos alejemos y no molestemos.
Han dibujado en un mapa una línea de exclusión.
Les reprochamos que han traspasado los límites.
Nos contestan que ellos qué sabían. Como no tenemos vigilantes que les adviertan, por lo menos algún segurata. No sabían cuándo ni dónde tenían que parar. Que la culpa es nuestra por no poner policías de frontera para vigilar el contrabando y a los contrabandistas, así como prevenir invasiones...
¡¡¡La culpa es nuestra!!!
Cada vez se ponen más desagradables.
Nuestro jefe les ha pedido una entrevista, pero no quieren hablar con nosotros. Dicen que no tenemos nada de qué hablar, que no tenemos nada que les interese.
Continuamente hay altercados, invasiones de nuestro territorio.  Algunos llegan, rompen algo y se van, se van enfadados, se les oye quejarse de haber perdido el tiempo, no hay nada digno que llevarse.

Al fin, conseguida la mediación de un país neutral, se ha convocado una cumbre de alto nivel entre los dos países en conflicto bajo la tutela de ese país muy rico.
Las negociaciones previas han conseguido su objetivo. Se acabaron las maniobras, se han llevado a los militares de nuestras fronteras, con ellos se fueron multitudes de contratistas a ellos asociados.

 Hemos decidido pedir un crédito y comprarles de todo un poco, un surtido variado. Como no tenemos bienes, los intereses son muy altos, las condiciones son leoninas.
Nos han concedido el crédito. No sé cómo podremos pagarlo. Hemos comprado muchas cosas, algunas que no nos servían para nada las hemos devuelto, pero van cargadas con una penalización que debemos abonar a pesar de todo.
Inevitablemente, llegan los vencimientos. Pedimos a nuestros nuevos y grandes amigos consejo, una guía del buen hacer, una orientación que nos ayude a enfrentarnos a la deuda.
Nos visitan unos inspectores internacionales para elaborar sesudos informes, estos asesores se han dignado mandarnos sus consejos en un voluminoso expediente con las orientaciones para salir de la crisis y afrontar con garantías el pago de los intereses de la deuda tan brutalmente contraída.
Es indispensable tomar medidas valientes para lograr un desarrollo sostenible, pagar los compromisos adquiridos y, a la par, ser más competitivos en la nueva era de la economía global. Para ello es necesario tomar el toro por los cuernos y afrontar una serie de medidas que devuelvan la confianza a los inversores: si escogéis la andadura correcta, aunque ello implique los más duros sacrificios, vislumbraréis al final del túnel los brotes verdes.
Como primera medida debemos afrontar con paso decidido una reforma del mercado laboral, lo que implica una reducción de la masa salarial, una imprescindible flexibilización del despido y la reducción de las cargas sociales y de los impuestos. Todo ello no será efectivo si no va acompañado de la necesaria privatización de las empresas públicas y reducción del número de funcionarios para desengrasar el déficit de las cuentas del estado.
Han llegado las primeras oenegés (ONG’s) para ayudarnos en nuestra primera catástrofe médica: la viruela que trajeron tantas gentes moviéndose por nuestra frontera.
Resumimos: evitamos una invasión en la que nosotros poníamos los mutilados, los heridos, los muertos. Nunca tuvimos funcionarios, no sé cómo los vamos a reducir. Insisten machaconamente. Nunca tuvimos empresas estatales, ergo, no podemos venderlas. Insisten machaconamente. No teníamos un mercado de trabajo. ¡Ya me gustaría a mí liberalizarlo! Insisten machaconamente. Nos concedieron créditos a sabiendas que no podríamos pagarlos.  Nos declaramos insolventes.
Entonces no queda más remedio que el desahucio.
Esta mañana han empezado a talar los bosques. Nos hablan de aprovechar nuestra montaña para hacer gravilla para la exportación a unas fabricas de cemento de por ahí.
Y es lo que hay, como no tenemos nada…
El otro día llamaron a la puerta trasera ofreciendo un nuevo negocio con interesantes perspectivas para el cual no necesitamos preparación, ni instalaciones.
Bueno, requeriría una pequeña inversión en hotelitos para fomentar el turismo rural. Aprovechando las bellezas naturales del lugar, con espacios especiales para los necesitados de un contacto más intimo. Un turismo en habitaciones cerradas, discretas y solo hay que habituarse a sonreír. A sonreír siempre. Algo bien sencillo. ¿Quién no sabe sonreír?
—¡Ah! Tengo que hacer una ley impositiva y poder gravar la venta de alcohol.
—Necesitaré una ley prohibiendo el consumo a los menores de edad.
—Vaya, se me olvidaba que no tenemos fijada la mayoría de edad, y es que está todo por hacer. Así nos luce el pelo.

Ha pasado alguna estación que otra; donde teníamos una montaña hay un descampado abrupto y lleno de escombros. Nos ofrecieron utilizarlo como vertedero. Nos pagan un alquiler.
La explotación turística tan peculiarmente montada, no da pie a muchas alegrías. Enfermedades, suciedad y un fenómeno nuevo, las adicciones. Tampoco es que se maten por venir a pasar las vacaciones por estas tierras.

Hemos decido desaparecer como país, abandonando el lugar, si quieren meternos en la cárcel por deudas, que lo hagan. Nos vamos tomar la sopa boba en algún hospicio del país vecino.
Hemos cruzado la frontera ilegalmente, al final nos hemos ido todos, estamos hartos de tanto trabajo, ruido y humo.
Debemos ser sigilosos, nos hemos convertido en un pueblo sombra, nuestra tarea es pasar desapercibidos, ocultarnos.
Podría ser peor, podrían expulsarnos por emigración ilegal.