16 de septiembre de 2009

Cafè


En la cocina hay siempre dispuesta, una cafetera vacía, esperando ser rellenada por un molido café.
Cumplido el ritual de la molienda, paso con diligencia, es más, con presteza, a prender la cocina, presionando gracilmente, el encendido de la encimera.
Suspense ...
El circuito eléctrico no da señales de encendido.
Extrañeza ...
Vuelvo a probar.
Insisto en ello. Nada, ni caso.
Nerviosismo ...
Repito, varias veces, el procedimiento estándar para el encendido de encimeras. Varias nerviosas veces. Pero esto no funciona. Nada.
Una profunda desazón empieza a recorrerme el espinazo.
Mis ojos recorren la cocina en busca de una explicación. Miro enrededor en busca de una ayuda, que aunque esperada, no llega. Clamo al techo, increpándolo con mi dolor. Sólo el silencio acompaña mis quejíos.
¿Que hacer?
Unas profundas respiraciones consiguen la necesaria calma previa a cualquier reflexión no impulsiva.
-- Seguro que hay un manual de instrucciones, adecuado para resolver las incidencias que genere la encimera.
Abro variopintos cajones. Rebusco en las alacenas. La cafetera inerte sobre el fogón apagado, indiferente, la cafetera, a las angustias de mi ser descafeinado.
No hay manual. Hay agobios en mis carnes. Y la gente durmiendo.
¡Insolidarios!.
Por un instante reposo mi espalda en la pared, (anchas espaldas, por cierto) y contengo mis temblores. Una gota de perlado sudor desciende por mi sien izquierda, dejando la derecha descompensada.
Mis uñas, fieras uñas, intentan escalar por la pared de la cocina y los malditos baldosines me devuelven un chirrido molesto, inquietante.
Cae sobre mi la depresión.
La cafetería mas cercana, varias millas tierra adentro, no es la solución. El despertar a los compañeros de veraneo, tampoco, temo que no fueran bien recibidas mis necesidades y acabar rodeado de la trifulca, que mi experiencia me dicta como hartamente probable.
Desecho la postrer idea de meter la cafetera en el microondas, por mor de ser la cafetera amplia y el microondas estrecho.
También por temor, no sé quién me advirtió, de las nefastas consecuencias, de olvidar un objeto metálico cualesquiera, encerrado entre las seis paredes de un horno microondas.
Por cierto.¿Se puede decir microgüabes (microwaves)?.
¿Qué alternativas me quedan?.
Calentar agua en el microondas. Este destello de inteligencia es uno de los rasgos que me caracterizan.
Pensé en un café de puchero, pero desecho la idea, sin colador me vería obligado a llenar de salivazos mi entorno, en vano intento de deshacerme de los posos de café, que invariablemente terminarían en la punta de mi lengua y que francamente, no son de mi agrado.
Me pasé a lo sajón.
Un triste té, con nube y media de leche.
La teína evitó que cayera en la espiral angustiosa de la desesperación suicida. Un té frío.
Una hora y treinta y siete minutos de pena, sollozos y quebrantos, mientras discurre la espera por la ansiada llegada del personal técnico.
El Encimero de Urgencias.
Casi dos horas de espera, hasta que por fin, subió el café.
Sniff.
Sniff.