Una raspa de pescado con piernas y botas
vive en mis pesadillas. La vi hace
cuarenta años, tal vez más, en las primeras andanzas por el Prado. De las
supuestas figuras licenciosas perduran tan solo las extravagantes.
Machaconamente. De mis sueños, apenas me quedan constancias. Solo las
delirantes fantasías de mi propio manicomio. Busco, ahora busco. Entre la
miríada de figuras del tríptico, el dibujo perturbador
*
¡No está! Sospecho que me poseí de la imagen
pintada. Es mía. Me atormenta a mí. Nadie la puede ver. Con una lupa recorro
metódicamente una reproducción fotomecánica. Ahí estoy. En el infierno. Mi
retrato sustituyendo a una raspa de pescado con piernas. Andando en mis sueños.
Habitando fuera de un cuadro.