31 de agosto de 2009

Lo contaba nuestra madre. 1ª parte.


El hijo de un descanso.
Mi hermano nació el último año de la guerra civil. En una casa. En el monte del Occidente Asturiano.
Había ido mi padre a reponerse de las heridas sufridas en combate. La sangre joven rehabilita las heridas, restaña el vigor perdido. Y tanto vigor, junto a lo que entonces denominaban “el natural uso del matrimonio”, genero una nueva vida: El primogénito.
Es mi hermano hijo de un descanso. Un descanso en la guerra.
Tuvo mi hermano dos nacimientos, el natural y, el otro.
Existía en las casas de labranza una trapiella en el suelo del dormitorio, orientado a vigilar a las vacas, sobre todo a las parturientas. Este ventanuco permitía, sin abandonar el cálido lecho, observar su estado en las aburridas, en las frías, en las largas estancias de la oscuridad del invierno.
Luis, que es el nombre de pila, y por el que aún le reconocemos, debía estar en los inicios de sus movimientos. Y en algún descuido de nuestra madre. Las madres también duermen. Decía pues, que en un instante, desde el ventanuco del suelo, cayó mi hermano a la cuadra.
Felechos, toxos y otra folgueira amortiguaron su caída, que fue considerable. Aún así, debajo permanecía un penedo. Así que el golpe amortiguado terminó con su sien impactando en un canto.
De ahí su cicatriz que aún nos muestra cuando nos visita la nostalgia. Escasa la distancia, menos de medio centímetro desde su sien, a lo que hoy resta de su bregadura. La marca de su segundo nacimiento.
Mi afortunado hermano vino entonces, a nacer dos veces, una de la forma acostumbrada y mas convencional y, la otra, después de un vuelo sobre la cuadra.
Para enredarlo un poco más.
Se hace constar como nacido en el lugar llamado Rabejo, es decir, la casa de mi madre. Pero sospecho por los relatos que debió venir al mundo en el Bao, donde mi madre residía durante la guerra civil. En casa del tío Miguel y de la tía Consuelo.
El Rabejo, la castellanizada forma que se permitía en aquellos tiempos. Nombre que constaba en el DNI de mi madre y de mi hermano. Más tarde pasó a ser Rabexo. En virtud de la democracia, sus autonomías y la recuperación de las formas vernáculas.
Y no es lo mismo haber nacido en el Rabejo, con ese pedazo de jota, a ser natural del Rabexo, con una equis pronunciada como una che francesa.
Hoy desaparecido el lugar administrativamente, a pasado a ser natural de la Caridad. Distante varias leguas, es decir, unos veinte kilómetros del lugar.
Por algún motivo mágico parece lógico el lío administrativo, para no ser menos que los sucedidos. Allá por el año 39.