20 de diciembre de 2010

El Ascensor

Los Encuentros.



Sin querer puedes encontrarte cosas. Es frecuente toparse en el metro con un periódico más o menos arrugado, listo para ser reutilizado, releído por ti, mismamente.
Algunas veces te encuentras con caras conocidas, la de un famoso de esos que se planchan la cara y salen tanto en los medios, y al que dudas de pedir un autógrafo pero que, inevitablemente, verá como compartes codazos y cuchicheos con tu compañera ante su impasible mirada.
En la vida te puedes cruzar con situaciones que superan tu capacidad.
Ayer me encontré un muerto en el ascensor.

¡Y como!

Nos encontrábamos en el rellano contiguo a mi piso esperando al ascensor. Unos golpes, y otros ruidos inidentificables, provenientes del hueco del ascensor, hacen expresar a mi pareja su extrañeza con un comentario baladí.
“Parece que estén matando al ascensor”.

Algunos ruidos después. Apenas unos segundos de espera ... Lentamente se descorre la puerta del ascensor, que viene con pasajeros.
Dos individuos de traje azul con el logotipo de su empresa sostienen verticalmente, en una camilla, un muerto en su bolsa. Bolsa blanca, con la  cremallera corrida, una pequeña bolsa.
De frente un tipo flaco, y ya mayor, sujeta con una mano la camilla. Es una precaución para que no se venza. Tiene pinta de ser del tipo silencioso.
De espaldas, la muralla azul de un tipo entrado en carnes, éste, el más grande, entre sudores y jadeos, se vuelve y nos dice:
“Disculpen, hemos apretado todos los botones”
Sin movernos un milímetro acertamos a emitir un balbuceánte:
“No se preocupen” .
Mientras, deseamos que la puerta se cierre de una maldita vez. Por un lado, agradecidos de que no nos invitaran a compartir viaje. Apretándose, cabía uno más.

En ese momento nos miramos y sin mediar palabra nos dirigimos a la escalera.
Llámalo telepatía.
Mientras bajábamos un tanto alucinados, podíamos oír como efectivamente el ascensor se paraba en todas las plantas. Abrir y cerrar continuo de las puertas del ascensor, lo que nos permitió llegar al portal antes que el finado.
De ruido de fondo, se oía el abrir y cerrar de puertas.

Alcanzada la relativa seguridad de la calle, caigo en la cuenta: “se me han olvidado las entradas”. Tengo que volver.

Instantes de quebranto por ser un hombre, hay que disimular la natural aprehensión y dirigirse gallardamente de vuelta a casa, (y todo por culpa de esta memoria mía).

Al abrir el portal, contemplo como es izada la camilla sobre sus patas extensibles. Me quedo sosteniendo la puerta; mientras, por mi lado pasan con el fallecido. Me dan las gracias por sujetar la puerta.
- “De nada”
A cierta distancia veo a mi señora que, en un estado de estupefacción similar al mío, contempla la escena.
No me queda más remedio que reaccionar, así que subo a casa.
Por las escaleras del metro, circunspectos, consideramos la posibilidad,  o mejor aún, la conveniencia de recuperar las viejas costumbres de la era pretecnológica, y usar a partir de ahora las escaleras.
Un poco de ejercicio es saludable.


Hoy he cogido el ascensor cuando bajaba a por pan. Afortunadamente, puedo afirmar sin ningún genero de dudas que la situación no se ha repetido y que el ascensor no se ha visto afectado por el suceso. No le han dejado marcas distintivas, ni olores, es más, parece que no ha pasado nada.


No sabemos a quién visitó la parca un sábado por la tarde, cuando de improviso pasó por nuestro vecindario.
No sabemos su nombre.
Ignoramos quién fue.
No hubo, no hay esquela, sólo la triste constatación de una vida sin huella y el triste desinterés por saber quién vive a nuestro lado.

Un cadáver sin nombre. Un vecino sin nombre.

El mismo día que murió Berlanga.

15 de diciembre de 2010

En los Otoños

Ayer descubrí por un claro en el cielo abierto,
un haz de luz bañando los árboles en otoño.

De bronce los árboles.
De bronce la tierra.

Danza la luz entre las hojas caducas,
del rojo al amarillo por el suelo tapizado
amarillo y rojo de los árboles en el jardín.

Ayer descubrí un haz de luz jugando con sus cabellos.
Ayer me descubrí celoso. Celoso del sol y de la luz.


*//*//*//*//*//*//*//*


Veo las hojas verdes amarilleando.
Se ven las hojas amarillas volverse pardas.
Veo las hojas pardas descender al suelo.
Se ve el otoño.

Las hojas pardas cubren el suelo.
Los árboles devuelven lo que de la tierra sacan.
Los árboles desean a la primavera.  

1 de diciembre de 2010

Bruma

Todos los días nos visita la Luz, alguna vez viene sola, otras le acompaña el Sol.
         Muy de mañana, en esos momentos en el que a los párpados les cuesta abrirse y desean volver a juntarse. Se puede ver a través de la ventana las peleas de los jinetes de la bruma con los guerreros del Sol.
         Los jinetes de la bruma y la caballería nube aliados en otoño para tapar el valle y que no pase nadie.
Los incruentos combates de las mañanas por las montañas de mi infancia.
Desde lo mas alto, vemos bajar veloces los guerreros bruma cubriendo los árboles con su niebla; la infantería brota del suelo y quiere alcanzar las nubes. Quiere ser nube. Las nubes cubren los grandes espacios en un momento.
Y la luz a pie firme esperando al sol.
Y llegan los guerreros del Sol con sus largos rayos, separando la bruma, evaporando las nubes, oleada tras oleada de rayos infrarrojos, ultravioletas, también los ultranaranja y los infraverde. mantienen su dominio todo el día, a veces las nubes poderosas contraatacan y apenas nos dejan una tenue luz.
Pero el Sol y la Luz después de tantas fatigas necesitan descansar para reponer fuerzas y volver impetuosas a pelear la mañana.
Es la hora de encender la luz en casa, es más pequeña y no puede salir fuera.
Así aguantamos un rato hasta que el cansancio nos recoge en sus brazos y nos lleva a la cama, cuando los párpados cruzan sus pestañas enlazándose.
Es la hora de los sueños y me gusta. Esta noche voy a ser capitán de los guerreros Sol y me aseguraré que haga un buen día.

*//*//*//*//*

NOTA: Antes de salir el Sol, éste nos manda la brigada de la Luz y sus exploradores, para informar si todo está despejado o hay que presentar batalla a las nubes, a las brumas, a las nieblas.
Despejan el terreno y cuando majestuoso el hermano Sol aparece, con los guerreros sol, con los rayos de Luz.
Nos cubren mantos de esperanza. 

23 de noviembre de 2010

Colección oscura nº -

Sin lamentos

“No lamento tener que decírtelo, hueles mal.

No lamento el decirte lo aparatoso de tus olores corporales.
Me llegan desde el hueco de la escalera los efluvios de tus sudores más agrios y repugnantes.

Es increíble el olor despedido de las BLANCAS FLORES marchitas  AL INCIDIR  sobre ellas los primeros rayos del sol naciente.
Los haces de luz de la incipiente mañana; es un albor cotidiano y ya no lo miras por hastío.”




He conseguido una artesa de cemento fresco listo para usar entre las rocas del monte.
En un hueco vierto el cemento y acto seguido introduzco mis pies, los dos, y espero que se seque.
Dos horas después ha fraguado el cemento y soy incapaz de cualquier movimiento.
Esperaré aquí a la parca cuando llegue mi hora por inanición.

Un día después me doy cuenta de lo asqueroso de todo. Mis heces y mis orines descubren que mi desesperación no va a ser limpia, va a ser sucia y greñosa.
Abandonará mi cuerpo su último aliento vital, dejando un cuerpo sucio, dejando un cadáver triste y ajado.
Sólo cuando mi cuerpo se pudra adquirirá una equiparación con mi aspecto interior.
Me preocupa que me encuentren antes de pudrirme y que mi aspecto no sea elegante.

Es palpable mi equivocación, los muchos insectos que por aquí pululan serían del agrado de un entomólogo, no de un suicida estulto.
La falta de agua puede ser el motivo de estos mareos.
Tengo tanta hambre que he llegado a probar algo que pasaba cerca  de mi mano, no quieras saber qué.
Lo peor está siendo el aburrimiento.
Tres días, hambre, sed, desolación.

Se me ha olvidado el motivo por el que quiero morir.
He dejado de tener hambre y me paso el día somnoliento.

En este bosque no hay depredadores lo suficientemente grandes para aprovechar mis carnes expuestas, e hincarme el diente.
Estoy aguantado demasiado y me angustio, sobre el papel parecía todo más limpio.
Solo faltaría que viniese una vaca y me echase una bulla encima.
Bueno si se acerca tanto tal vez podría ...
Reconozco que no me serviría de nada, la leche sólo la sé ordeñar en botella.
He perdido la cuenta de los días que llevo varado en mitad del bosque.

Las muertes literarias son mucho mas elegantes qué las reales. Y lo peor, según pasa el tiempo, me doy cuenta de mi vulgaridad.
La muerte nos es común a todos, a todos les pasa, es un acto cotidiano. Les pasa a los poderosos y nos pasa a la chusma.
Mi legado será entonces una memez insulsa, no he conseguido ningún evento estético original. Voy a quedar como un imbecil de las narices, como un tonto redomao.
Ahora que presiento mis instantes postreros, me apercibo de lo desacertado de mi elección.
Sí quieres ser original, vive.
Vive eternamente; de momento, nadie lo ha conseguido.

Morirse sí.

16 de noviembre de 2010

DIARIO DE UN TALIBAN 3.

(Estudios Mafaldiosos)
Escribir poemas es una actividad inútil, además no es apto para asistir a los concursos de la tele, tan divertidos ellos.
Operación T. Gran H. Mira Q. B., y tantos otros, urbanos o selváticos.
No doy el tipo. Estoy fuera de onda. No tengo un mínimo de guapeza, no soy descarado, no me gusta levantar la voz.
Algunas de las canciones que me gusta oír son de gente, como te diría ... No convencional.
V.P. no es guapa.       
M.S, no es fotogénica.
C.E. no es agraciada.
N. S no es nada atractiva.
C. V, se ve que tuvo mejores momentos.
Y en un arranque de mal genio, me apetece ser Fea.
Dedicado a esa gente extraña que me hace feliz.
Violeta Parra. Mercedes Sosa. Cesaria Evora. Nina Simone. Alfonsina Storni. Chavela Vargas. Gabriela Mistral.
A Lorca y Hernández. A Góngora y a Quevedo. A Luis Rosales y Angel González.
Dedicado a esa gente que a veces apaga la tele por leer un poema.
Dedicado a tí, por que me estas leyendo.

9 de noviembre de 2010

Celestino nº7

Y - TU


Las calles que transito, los ojos que miro
En ese pelo alborotado, en sus manos aladas
en el cansancio que te produce vivir por mí.

Y no bastaba el paso de sus labios.

*******

No voy a decirte como tienes que vestirte. Pero sí, te lo voy a decir.
No voy a imponer mi criterio. Pero sí, lo voy a imponer.

********

Pero eres tonto. No te das cuenta, tus opiniones rozan mi intelecto como las ortigas, produciendo un autentico rechazo y la necesaria indiferencia para mirarte a los ojos con mi desdén mas elaborado.

*******

La clase de piano se vio abruptamente interrumpida por la necesidad de tocar sus pechos.
*******

La comisura de sus labios expelía una babilla propia de la vejez y la demencia senil.
********
         Porqué me miras.
         Fácil.
         Estoy interesado, muy interesado y eso que hace veinticinco años que te conozco.
********
        
Entran en el metro los amores del día. Todos los días son buenos para ilusionarnos. Una bella figura, una cara bonita, hacen un día soleado.

********

Lo que me gusta en los sueños, No es de mi agrado llevarlo a cabo, llegar a la meta es insulso, construir el camino es lo ameno.
El velo de la noche se difumina, cae, levanta el día.

**********

Las gacelas.
Inquietas, nerviosas elegantes. Gacelas corriendo, saltando libres por la sabana de sus quince años.
El inmenso mundo es una aldea donde todo queda a mano.
Vencedor. La triste vida.

********

Espero que el murmullo no me sea indiferente, que la larga noche no me espante y el día termine sin haber hecho lo suficiente.
El largo día termine sin haber hecho lo suficiente, espero que la larga noche no me espante, deseo que el murmullo no me sea indiferente.
Todos los días pasan por Antonio Machado, construyo mis líneas en la ciudad de los poetas.
         Voy a querer un suplemento de cariño.

1 de noviembre de 2010

Camino por los senderos de los sueños

Entre los riscos más abruptos una brizna vegetal pugna por hacerse un lugar en la vida.
En lo más recóndito de mi corazón, el aliento vivificador  de la esperanza lucha por hacerse un hueco entre el olvido.
Los aleteos de los pájaros escriben una partitura viva. Sus expresiones alejan el miedo del monte.
Si un pájaro canta pierdes el miedo a vivir.
Recitas con ellos la música, la hermosa música del piar entre las hojas de los árboles.
El reclamo del vagabundo es oír sus cantos, ver el elegante galanteo de las aves por el cielo.
Estoy soñando y no quiero despertarme.
Hay tanta vida que no sé nombrar.

Piensa lo que quieras, pero te sigo queriendo.
Desde el día que se atoraron tus ojos en mi corazón.
Esperar el ocaso.
Recibir la mañana.
Recordar un mohín de tus labios.
Advertir el azul del cielo.
Imaginar formas en las nubes.
Volver a tu regazo.
Soñar que soy poeta y te canto.

¡Y vivir es tan bonito!

26 de octubre de 2010

Paseo por los sueños

Negra e imperecedera la sombra de la muerte
Los clavos herrumbrosos dejados por los avatares de tu propia vida clavados dentro del corazón,
desprenden su gota lacerante en tu sensible espíritu.
Me traen los recuerdos de las heridas sufridas en mi corta vida.
Huellas de aquello que quisiera olvidar
la mirada del rechazo es la lanza más antigua clavada en mi yo.
Todavía supura dolor y sangre.

Las reflexiones desde dentro de mi féretro,
traen la indiferencia al cuerpo gastado.
Ahora sé del cuerpo sin ataduras.
No hay risas, burla burlando, atacando tu estima.
Ya no hay que forzar una sonrisa aceptando la chanza.

Tras un chispazo de luz, la oscuridad más temida.
Tras el chispazo de cada neurona, el negro manto de la parca cubre odiosamente los ocasos de mi consciencia.
Mueren una a una, pierden su función las dendrinas y la dendrita.
De la luz a la oscuridad y la sensación enojosa de haber malgastado la vida persiguiendo las cosas inanes.
Una vida soslayada por el deseo de conseguir lo que los demás apetecen, gastadas las fuerzas por no querer optar por mis propios anhelos,
los que en verdad importan.

Tristeza por el derroche.
Tanta diversión compartida con risas falsas.
Abandonada mi alegría en manos de lo convencional.
Ocultar mis gozos, también mis sombras

Gemir hacia dentro, oír el Tango Jondo depositando sus lacras en lo mas recóndito de mi ser.

La muerte no es bella, es la constatación firme de ese tiempo perdido en los quehaceres cotidianos.
La muerte es  la muerte.



Y yo no quiero desaparecer, quiero rehacer las mis cosas y volverlas por el forro hasta que me sienten como un guante.
Volver sobre los pasos para amar mis deseos, arreglar las estupideces que tan bien se me daban hacer en vida.
Repasar la escena vergonzante para pedir perdón.
Pero.
La muerte es  muerte.

20 de octubre de 2010

S. D. S.

Vi a un viejo fraile renqueando por el pasillo lateral entre los bancos de madera. Iba con el cuello doblado por el peso de los años, por el paso de los años.
         De no se sabe donde brotan otros frailes, alguno más viejo, daquén más cansado.
Y ocupan sus asientos en el coro,  a un lado y al otro del altar.
Presidiendo la gran imagen de madera, el crucificado.
Detrás del Cristo, por la entrada disimulada se muestra un fraile joven, un anacronismo para la estancia.
El viejo fraile con el cuello doblado por la edad permanece de pie con su libro de rezos en la mano, un ligero balanceo propio de la edad, o un atavismo del judaísmo entre cristianos.
Hasta 10 monjes de diversas edades se muestran lentamente, apareciendo por los alados brazos del Cristo, los viejos en este lugar, no están solos.
Entra otro viejo fraile encorvado, le siguen algunos más.
Los andares de los ancianos recuerdan el caminar balanceado de los viejos de cualquier lugar.
Casi como un suspiro se formó el coro.
Elegantes como el vuelo de la mariposa.
Aquel fraile al tocar el órgano les da el tono.
Comienza su rezo cantado, un toque de campanilla y se doblan por los cadriles, humildes, respetuosos con el Santísimo.
Sus voces se enseñorean de la iglesia, las voces que resuenan por los ábsides de la vieja iglesia. En el monasterio
In Secula Seculorum.
Amen.  
Las dulces voces, el recogimiento, el canto mantenido al flexionarse con respeto.
Aleluya.
El dulce arrobo.
Me cambiaría por ellos ahora, por este instante de suave alegría.
El aire que respiro se vuelve caricia para mi corazón.
Sus rezos, su canto baja hasta perderse en el silencio.
Es Paz, la Paz con sus voces.
Presidiendo está, el enorme Cristo de madera.
El alado Señor del monasterio.
Gloria… Espíritu Santo…

Apoyados en los asientos del coro elevan sus tenues voces vigorosas, dulces, y se elevan tanto, que rozan las almas.
Agradezco la paz, el retiro de sus voces, su andar pausado, el diálogo del silencio. Y su canto.
En silencio se retiran, se apagan las luces, las campanas apenas audibles reverberan ligeras en la bóveda de la iglesia. Nuevas voces se elevan. Las voces de bronce, mientras los monjes se retiran.
Recogen los más viejos sus pasos por el camino,
Recogen pausadas sus voces y nos dejan.
Hermoso silencio.

                                                  XXXXXXXXXXXXXXX

A la puerta nos juntamos los asnos.
Unos se aburrían, otros casi se duermen.
-Es que les faltaba un poco de ritmo, un poco de salero.
¡Ay!. No se hizo la miel para la boca del asno.


Un camarero asimilado a los ademanes sosegados ofrece sus productos con la misma calma que inspira el lugar, le agradezco su contenido sosiego, no exento de alegría, que inmediatamente me hace confiar en él.
La parsimonia. Lo que perdimos, aquí se conserva.
Le ayuda una camarera Malinche.
Coletas pendiendo a ambos lados de su cabeza y muy alta.
Es la imagen de aquí y del Nuevo Mundo y sus trajines.
Doña Mariana y, en su presencia, concupiscencia en la mirada.
La siesta tras el yantar, esa cabezada ligera con el regusto de los sueños, fantaseando con una conquista.
La Bella Malinche en la posada.
En el monacal lugar de Santo Domingo de Silos.

25 de septiembre de 2010

¿Has tomado miel, directamente de un panal?

         ¿Has tomado miel de un panal, directamente, cogiendo un pedazo de paja y cortando entre sus nudos, aspirar y notar que es la caña adecuada?. Una pequeña incisión en la celdilla y sorber un poco. Sólo tomar miel para tus labios, que apenas se note. Dejar casi intacto el panal, para que el panal prospere.

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¿Has tomado miel directamente de un panal?
 Primero se busca una pajita, y como suele ser verano, sirve alguna hierba seca del entorno. Es fácilmente manipulable. Cortar entre dos nudos, soplar y aspirar. Funciona. Pasado el control de calidad, te acercas al panal con rica miel, en medio del monte, entre tojos y helechos. Los cencerros de las vacas pastoreando nos colocan en el entorno sonoro adecuado, entre los límites del cercado del “eiro” que se está amansando, y al que las vacas ayudan a mantener mas civilizado, menos agreste.
Vengo con Pepe y las vacas de su casa. Yo soy el veraneante solitario y quiero jugar. Pepe apenas un año o dos mayor que yo. Tiene que trabajar y le ayudo “allindando” las vacas. Para mí es una forma de juego. Aunque prefiero las peleas de Indios y Vaqueros con sus hermanos.
         Las vacas se pasan el día paciendo y las horas nos vuelven impacientes, esperando que llenen su vientre.
         Hay días como hoy que las soltamos en un terreno acotado y de vez en cuando nos toca correr para sacarlas del cercado del vecino. De vez en cuando hay que contarlas y ver que siguen todas.

         Hemos ido Pepe y yo, a esta ladera del monte. Pepe me enseña a perseguir abejas, discretamente. Somos espías del monte. Atentos los ojos, cautamente, después de localizar una abeja libando. Esperar hasta que emprende el vuelo de vuelta a su colmena. Paso a paso, disimulando, es un juego de contraespionaje. Buscamos su guarida.
         No fue al primer intento, pero la habilidad de Pepe nos llevó a encontrar el panal.
         Un panal incipiente. Con mis manos de niño lo podía abarcar.
Hemos actuado con precaución, no queremos sufrir los alfilerazos de las abejas y sus aguijones.
Pepe me explica que sólo atacan para defenderse cuando ven mucho peligro. Al clavarte su aguijón, ellas se mueren.
Dan sus diminutas vidas por salvar sus larvas, su reina, su cera y su miel.
Aunque te hagan daño, hay que entenderlas, defienden a sus hijos y hermanos.
No es para evitar que te piquen, es para evitar que se mueran.
         Entre sus manos el panal. Busca con paciencia las celdas donde está la miel y abre un minúsculo orificio, por donde aspirar con la pajita. Y a mí me invita. Y sostengo el panal que parece papel viejo. Y sorbo la miel.
-         No tomes mucho, deja para que alimenten sus larvas y prosperen.
-         No te lo tomes todo.
-         No cojas todo.
Coger sólo lo que se necesita. Es un juego. Ni en un juego es lícito destruir la vida.
Después de eso, nunca me ha gustado la miel.
Sólo podría tomar miel de un panal en el bosque, directamente.

         Días después volvimos a investigar que había sido de la colmena.
         Buscamos entre el follaje del suelo un buen rato, y al final, entre algunas hierbas secas, medio oculto, casi como lo habíamos dejado. Ahí estaba el panal aún vivo.
         Esta vez, sólo fuimos a comprobar que prosperaban. Esta vez, nos fuimos sin probar la miel.

15 de septiembre de 2010

DEMENTES




Como tantos y tantos eleusianos voy a terapia con mi cabezólogo, me ayuda a sobrellevar mis angustias y a superar las historias oníricas que se generan en mi cabeza en el que debiera ser un sueño reparador en las largas noches del planeta Eleuso.
Duermo poco para mi especie. Un ciclo de 12 horas me bastan para aguantar la jornada de 35 horas, pero me da miedo soñar pues al dormirme...
 Hay una pesadilla recurrente en las que soy un habitante de un planeta extraño en un cuerpo hominesco cubierto de cosas de apresto y textura irritantes, en un remedo de nuestros talares. Vivo entonces una vida de libertad esclava del trabajo asalariado y del gasto.
“-En este mundo debo comprar cosas, y no sé cómo tengo ansia por tener objetos inútiles. Y pagarlos como oro en paño, bien porque así lo demandan los dirigentes para salir de la crisis en la que siempre se está en alguna parte del planeta, o bien  para mejorar mi estatus.
Hay ciclos de bonanza; la época de las vacas gordas; seguidos de las vacas flacas que devoran a las gordas, [y eso que son vegetarianas]. En esos momentos nos piden sacrificios que serían innecesarios si no se hubiese derrochado. Algunos llegan  a pasar hambre porque la tierra, sobreexplotada, no da  más de sí.”

Afortunadamente me despierto, con angustia, Al volver a la realidad, vuelven conmigo las pequeñas rutinas, el trabajo y los flirteos, y  ese pasear pausado por las sendas del parque interminable del lago Peipugin, bajo las sombras de las dos lunas gemelas. Al final, por puro cansancio, termino en mi casa, en mi lecho, deseando que ésta vez no me ataquen los sueños...

“-Pero hay que seguir comprando, y produciendo para vender a otros que tienen menos que nosotros. Y para poder venderles tenemos que abaratar costes porque si no, no nos pueden comprar, y si no nos pueden comprar no levantamos la economía, y si no se levanta la economía no podemos salir de la crisis de las vacas famélicas. Pero al abaratar costes no dispongo de los suficientes medios para seguir comprando y levantar la economía.”

Entonces me despierto. Empapado en sudor y con palpitaciones. Mi terapeuta consigue a duras penas sacarme de ese estado de tensión. La violencia con la que mi cuerpo reacciona con espasmos y sudores fríos a las largas noches de pesadilla, le tiene preocupado al cabezólogo. Y yo me siento cada vez más fuera de mí. Unos días tranquilos, unas noches placidas. Cuando otro sueño, me atosiga sin solución de continuidad...

“Comprar, comprar, comprar y vender. Hoy compro una silla y mañana la vendo más cara, al día siguiente compro la misma silla, por supuesto más cara, con la intención de venderla mañana a un precio superior, día tras día, continuamente, repetido, rutinario.
--¿De donde salió el dinero de la primera silla?.¿ Y de la segunda silla?. No hay pérdida entre la venta y la compra de la segunda silla, no hay pérdida cuando compro y vendo la tercera silla—
En mi pesadilla sigo comprando, aunque es evidente que estoy acumulando pérdidas, ¿hasta cuando podré aguantar?.”

En mi sueño un Economista me explica el “sillaismo”, cómo debe crecer la Economía para una mejor distribución de la riqueza. ¡Y no me entero de nada!. Pero como ese señor parece saber de lo que habla, y yo soy un ignorante, sigo comprando sin rechistar.
Eso me causó una profunda crisis de la que solo pudieron sacarme, tras inducirme a un coma profundo del que volví profundamente alterado. Según mi cabezólogo el dislate del Economista chocaba con nuestro “yo” más racional que se revolvía enojado con la estructura de economía piramidal, de tan nefasta consecuencias en los albores de nuestra cultura, y que hoy solo estudian los antropólogos especializados en culturas perdidas de planetas desérticos.

 Ningún pueblo ha sobrevivido a la economía piramidal que se basa en “hoy soy la base de una pirámide pero mañana seré la cúspide de mi propia pirámide”. En lo que ya es conocido como pseudociencia para conseguir el móvil perpetuo o la construcción de objetos imposibles.
Yog-Sothoth es el origen de esta influencia. Un extraño nanovirus que afecta a un reducido  grupo de eleusianos agobiados por ansiedades nocturnas. Parece que habita en nuestro código genético como un Mister  Hyde olvidado en nuestros genes y aún desconocemos porqué se ha activado.
Hay teóricos que afirman, no obstante, que es una regresión a nuestro pasado más estúpido. Otros, empero, hablan de la conexión cósmica que nos enlaza en unión psíquica con seres en vías de extinción, y su alarido inconsciente clama en nuestras Neuronas buscando una mano amiga que vaya a salvarlos, que les inspire en un místico arrobo la solución a sus problemas, y poder seguir haciendo lo mismo. Y es nuestro cerebro el que sufre, pues ve claramente el problema, y que mientras se siga haciendo lo mismo se tropezará en la misma piedra.
¿En qué mente puede caber que el crecimiento sea eterno.?
¿En qué mente puede caber que la solución es vender más a los que menos tienen?.
¿En qué mente puede caber que pagando menos se genere riqueza?.

La rutina de los ciclos vitales se basan en su predicibilidad, y en usarlos sin forzarlos. En las cíclicas mareas eleusianas recogemos lo imprescindible para alimentar nuestros campos, que producen el alimento suficiente para nosotros y nuestras máquinas, sin excesos, sin derroches, siendo conscientes de que se acabará algún día. Que no tenemos derecho a gastar la parte de nuestros hijos, ni tenemos derecho a asolar los territorios de otras gentes más débiles que nosotros. Que no se puede alterar la paz de un planeta para extraer sus recursos, que vivir no sólo es comer, que vivir no sólo es poseer, que vivir no sólo es gastar.
Todo lo que sé en mi vigilia, todo lo que siento y vivo, se pierde en mis sueños, en ese mundo alucinante donde anida la estupidez. En ese mundo han desarrollado la tecnología de la Visión en cajas domésticas, múltiples canales para el insulto, pocos para el entendimiento, no hay equilibrio, sólo se difunde el mensaje más falaz y se repite insistentemente. Y los visionantes terminan asumiéndolo para no parecer tontos.
Mi angustia, mi desesperación, altera mi ritmo cardiaco violentando mi sueño de pesadilla. Al fin despierto, boca abajo con la mano colgando fuera del lecho, dentro de la bacenilla.

¿En qué mundo?

7 de septiembre de 2010

Celestino Hombrigo. VI

Septiembre.




Día lluvioso en la ciudad.

El cielo nublado, aterido por el frío.

Los viajeros del metro nos reunimos huyendo de la lluvia pertinaz

y del frío que nos visita tras el muy caluroso verano.

Tórrido verano.



Sabes que me refugio en tus labios.

Me pierdo en tus labios.



Cuando me encuentro solo.

Cada vez que me pierdo me busco en sus labios.

Me encuentro en sus labios.

Huyo de mí y busco refugio en sus brazos.

Hay en ella un buen puerto donde refugiarme de la soledad.

Los diques donde me refugio cerca de su pecho.

La misteriosa gracia de sus mohines traviesos

El ritmo regalado de sus ojos al sonreír.



Mira como te quiero, el amor y sus desvelos me vuelve niño.

Serafín o Querubín, qué quiero ser.

1 de septiembre de 2010

El fútbol, la ética y las cosas del querer.

Corre el año dosmildiez y somos campeones del mundo de fútbol.
No es el fútbol una de mis prioridades vitales, pero como es obvio, he seguido la copa del mundo, ora viendo algún partido, ora leyendo la prensa.
Y ahora que somos campeones desde un sofá, me invade una extraña calma.
-Un ¡“Por fin, ya era hora”!.
Después de la tempestad, llega solapadamente el momento de la reflexión.
Recapitulemos.
Pasados los siglos volvemos a un punto donde revisitar antiguas sensaciones.
  
   Inglaterra. Un arbitro inglés.
   Flandes. Un equipo holandés de fútbol.
   Nosotros. Y los Tercios.

Siempre me pregunté que se nos había perdido en Flandes. Por qué iban nuestros Tercios a derramar su sangre tan al Norte.
Y lo peor la imagen de nuestros Tercios. Brutales soldados arrasando los campos.
¡Preguntad!. Preguntad a un Holandés que le enseñan en el colegio sobre esa época, sobre esos tiempos.
Desde Albión llegaban los óbolos con los que se financiaba la resistencia holandesa a las pretensiones de nuestro monarca. Y la sangre celtíbera derramándose en el Norte.
Todas nuestra ínfulas se van al traste con la Armada invencible, su propio nombre es, de por sí, el sarcasmo mas clamoroso de todos los tiempos.
Después. Un ir perdiendo influencia y tierras. La inutilidad de nuestro sudor y nuestro esfuerzo. Tan solo nos queda un cuadro, un cuadro de Velázquez . “La rendición de Breda”.
Al menos supimos sublimarnos.
Allí quedó, empero la inquina a “lo español”.
Hagamos una salvedad. Los Tercios se nutrían de soldados de toda Europa. Había franceses, había tudescos, había lusos... Y el general que les mandaba se llamaba Spinola, evidentemente italiano.

Han pasado los siglos. Y en nuestro nombre, un equipo sin armas, con el pasado en lontananza y sin pretensiones regias. Un equipo que se presenta en la final contra los Países Bajos y arbitrado por un inglés. Sí pensamos que la historia puede repetirse, todo hacía presagiar un mal augurio. ¡Volver a perder!.
Y ahí se mezcla todo, guerras de religión, lucha por las tierras, por el comercio, pelea por las influencias. Sobre el tablero europeo, todo.
El principio de nuestra decadencia.

Comienza el partido, un microcosmos terrestre en el que las disputas se dirimen sin derramamiento de sangre.
Un equipo que empieza a jugar, y a jugar bonito. El pasado no existe. Ahora es el futuro. Venimos a jugar, a ser felices.
Un nuevo Velázquez nos pintará en el día de la Gloria.
Mas luego ..., una entrada innecesaria, un árbitro condescendiente, los primeros gritos sobre la hierba.
El sufrimiento.
¡Qué pasa aquí!. A cuento de qué vienen esos golpes, esto es fútbol, ¡por favor!. No es el sitio donde limpiar supuesta afrentas del pasado. Y más golpes.
Y el inglés haciéndose el desentendido.
El segundo tiempo acompañado del temor y la esperanza. El Temor y el Temblor del Sur. Pensé: No mandamos a nuestros chicos a luchar contra los elementos, contra esos elementos.
Acaba el partido y comienza la prórroga. Y la terrible amenaza de llegar a los penaltis. A esa lotería que no refleja las virtudes del equipo ganador, sólo su chiripa.
Y en ésto tres pases y un gol, un gol nuestro, la esperanza, el honor, la alegría, la ética..
Triunfo de la Ética.
No importa lo que hagan los demás, tú no pagas con la misma moneda.
La violencia no otorga la victoria. Paz versus guerra.
La seguridad de tus convicciones. El saber que haces lo correcto. El apoyo mutuo. La suma de individualidades.
A lo largo del torneo hubo días que tuvieron su protagonista, por encima de los demás.
También hubo dudas.
A lo largo del torneo nuestro equipo salió victorioso.
Por eso no citaré ningún nombre. Todos a una. Al final ésto será una película de Berlanga con final feliz.
Sufrir la injusticia de unas decisiones dudosas que nos perjudicaban y no perder el camino. Aguantar las tarascadas sin recurrir a la violencia.
Agruparse tras una idea, esto es un juego. El juego es lo importante, aunque se pierda.
Y la esperanza te la da el pitido final.
Vencimos y además vencimos éticamente.
Lo han demostrado los nuestros, la guerra la violencia, la insidia, no son necesarias para salir triunfante.
¡Salve a los héroes de Sudáfrica!.
¡España es campeona del mundo de fútbol!.

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¡ Y EL BESO !.

20 de julio de 2010

Celestino Hombrigo. V



Quién es Celestino en definitiva. He dicho qué es un amigo. He dicho que es un Tatarabuelo. Lo coloco a caballo del siglo XIX y XX. Hablo de viajes que nunca hizo. Pongo en su boca cosas que han pasado hoy.
            Está bien lo reconozco, Celestino C’est moi. A veces.


Si vuelvo a nacer

Si vuelvo a nacer quiero ser viento y enredarme en el vello de tu piel.
Sin que tú lo sepas.
Brotar alegre desde el aleteo de un gorrión y besar tus labios.
Sin que tú lo sepas.
Refugiarme entre ramas, mecer los árboles
y escondido entre los juncos nacer a tus cabellos.
Sin que tú lo sepas.
Estoy de improviso. En ese escalofrió repentino que te reverbera.
Y tú no lo sabes.
Sigiloso. Bronco. Y sí, silencioso. Y sí, airado. A tu lado.
Aunque tú no lo sepas.
La fina lluvia que abrazarte quiere, yo la seco, pues soy celoso.
Aunque tú no lo sepas.



10 de julio de 2010

Ssssss.

Es un paraje extraño de tonalidades ambarinas y estalactitas excéntricas. Unos vapores inocuos brotan por doquier. Luces rebotan entre las formaciones calcáreas dejando su impronta en la retina de los aguerridos exploradores de cuevas, (los espeleólogos). Somos todos de una extraña pasta, formados en diferentes sueños, ocultos tras las venas de unos cerebros formados en siglos de curiosidad sin límites.
            Siempre con cuidado, bajamos por el estrecho pasadizo que nos hunde en la tierra, un pasillo horadado por las arcaicas filtraciones de agua. El agua disolviendo la piedra. El agua que en algunos casos rezuma y gota tras gota deja parte de sus sedimentos disueltos formando estructuras caprichosas, formando las columnas mas bellas en la paciente labor de una construcción eterna. Nuestros pasos rompen el silencio y el eco magnifica los sonidos en el túnel.
            La estancia a la que al fin llegamos se sostiene en todo su ámbito por su propia belleza. Los haces de luz guiados alumbran estructuras nunca vistas, mientras grabamos por primera vez el contenido incomparable del paisaje subterráneo. En todo su esplendor la bóveda nos deleita por sus formas, por sus extrañas acrecencias por su variedad de tonos. Ahí se distingue una coloración diferente, alucinado color en las entrañas de la tierra. La mancha de color azul.

Hay una mancha azul inidentificable en la bóveda calcárea. Una extraña y hermosa formación azul. Algún reflejo de la luz exterior que rebotando se adentra en la gruta. No corresponde a un color derivado de los metales de su entorno. Nada presagia esa tonalidad concreta en el concreto espacio del techo vislumbrado.

El fluir de las gotas de agua por las estilizadas formaciones calcáreas arrastran tenuemente los elementos que las formarán.  El equilibrado goteo produce un dulce sonido, agradable a mi espíritu. Colma de paz el alma atribulada. Cerrar los ojos y dejarse envolver por la quietud y su música.
Retorna mi equilibrio a su punto (Esmero). Allí donde se encuentra la paz y la sabiduría.
Al abrir los ojos, tal vez demasiado bruscamente, sufro de un vahído y el vómito, a duras penas contenido, por mor de ensuciar el  paso hasta entonces nunca hollado, impoluto, virgen, en las cuevas desconocidas de las tierras bajas en el lugar de Penseteval, al otro lado de las sierra de Zumia, la patria de nuestro héroe NASRABADY, el magnífico, fundador de la gran dinastía Trésvesica, padre de generaciones.

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El miedo


       Dirijo mis plegarias al sin nombre, a veces extrañamente silencioso. Orando a él, mis ojos buscan un foco donde fijar mi punto de Esmero y alcanzar el auge de mi percepción. Mis rezos, mis letanías solventarán los espacios sin importar lo que me rodee. Y así espero su aliento salvífico o su mano sanadora.

         El aire intangible parece vibrar, parece verse, parece que la mancha azul se mueve, solapadamente. Unos movimientos apenas perceptibles por el rabillo del ojo. La mancha azul ha palpitado un momento y mi mirada ahora fija en ella, sin parpadear, sólo ve una mancha azul.

La lucidez del miedo.

         Es posible que palpite, que haya acompasado su ritmo cardiaco a mí parpadeo y así, si no se mueve, no presiento el peligro.

           Los vapores que de la tierra brotan no son tan inocuos como creía, tan inertes como los medidores ambientales especifican. Por primera vez desconfío de la técnica que antes me había servido tan bien, no puedo mantener mis ojos abiertos mucho tiempo. Estos párpados míos pesan como losas funerarias.

           La mancha azul se encuentra ahora casi en mi vertical. Deduzco que no debo cerrar los ojos. Intento sostener los párpados pero temo perder esta batalla de voluntades.

            Mi hombro apuntalado a la pared en un intento de afianzar mis puntos de apoyo, pues mis piernas parecen no sostenerme. Mí  hombro pide tregua, pide un descanso y mis piernas sufren de licuefacción progresiva mientras mis pálpebras se  concretizan.

           Sucumbo y creo que la mancha azul va a caer sobre mí atrapándome. La horripilante ameba voraz de las grutas del monte Shilxp en la sierra de Zumia

Recuerda, cuando entres en una cueva, no mires la mancha azul.

Los peligros de quedarse dormido en la peluquería mientras trajinan con tu pelo es salir con un cardado Azul.

5 de julio de 2010

El extraño mundo del oficinista obsoleto

Anclado en las formas del pasado no supo ver los cambios sobrevenidos, y entonces, sin darse cuenta, se fue quedando apartado, podría decirse arrinconado tras su mesa en la esquina más triste de la oficina, donde, tras su escritorio, prosperaba una tela de araña. Dicha tela crecía despaciosamente, sin importar el trasiego del resto de la oficina. Esta no se veía afectada por las visitas del personal de la limpieza, pues dichos efectivos, aunque persistentes en sus tareas, tenían tendencia a pasar rápido por el rincón del oficinista, casi sin mancharlo, casi sin limpiarlo. Por este motivo la tela de araña crecía en aquella esquina, sin ser apreciada por las manos limpiadoras, permaneciendo incólume durante los años transcurridos. Madre de generaciones de arácnidos, la araña disfrutó de una vida placentera y larga, sin depredadores, pues era ella la única depredadora del entorno.
Pero no quiero contar historias de arañas con sus largas patas, muchas patas, centenares de patas correteando por la oficina cuando está desierta. Es un mal sueño, una pesadilla de miríadas de patas recorriendo la piel dormida, esos cosquilleos que a veces nos despiertan y que son el rastro, la impronta en la piel, de una visita no deseada. Tantas patas me dan repelús, me dan agobio, asco, nausea. Todo un Averno  de finas patas, sólo patas, todo patas, el final de los cuerpos de los insectos, pequeños o tropicales, oscuros, negros, parduscos, brillantes. El horror.
Empero, debo retomar al oficinista perezoso y barbilampiño, sin manguitos ni visera, representante contumaz de las más periclitadas formas de la contabilidad y la elaboración de memorandos. Ducho manoseador de albaranes, letras y talones. Experto en legajos, aquellos que vieron sus primorosas lazadas por los archivos de la institución. De tez cetrina, de color amarillo verdoso y a la vez adusto. Un rasgo característico de su fisonomía: el crecimiento desorbitado de sus cejas, a tal extremo que hacían sombra a sus ojos. Y un leve parpadeo parecía concitar a su alrededor un revuelo de aire, representado en el aleteo de algún folio, de alguna cuartilla impregnada de tinta, tinta vieja, casi de tintero y pluma. A lo sumo se le veía sacar de algún cajón una vieja maquina de calcular con manivela, que se giraba después de haber introducido un ristra de dígitos, o “números”, como decía él.
Corrían los más disparatados rumores. Unos, susurraban con malicia de su supuesto parentesco con el Director General. Otros, hablaban de un gran secreto oculto entre las paredes de la empresa, algo que podría hacer temblar todo el tejido empresarial. Unos, hablaban de unas fotos de contenido escabroso, de unos documentos comprometedores. Otros, decían que es un olvido, alguien de personal se olvidó de despedirle en su momento.
Hasta ahí, todo el misterio. Todos los cuchicheos dedicados a los oídos de los novatos poco a poco iban perdiendo intensidad, hasta verle como un elemento más en la oficina. Contaba uno que lo tomó por una estatua hiperrealista de ésas tan modernas, estilo Antonio López, que se llevó el susto de su vida cuando le vio moverse al rato de mirarle. Pero descontados esos lances, pasaba a formar parte del staff de la oficina de quién nadie hablaba, al que nadie se dirigía. Un señor y sus papeles.

Un día, un joven de éstos con carrera, recién salido de los estudios con buenas notas, afán emprendedor y nieto de un socio, decidió, como muestra de las atribuciones de su cargo, entrevistar a todos individualmente con intención de crear un próspero equipo. Y le tocó el turno a nuestro viejo oficinista.
Y a la pregunta: ¿Cual es el tipo de trabajo que realiza para la empresa? Un silencio espeso circuló en ambas direcciones.
Tic. Tac. De un lado el duro ejercicio de autocontrol aprendido en tantos seminarios sobre Dirección.
Tic. Tac. Del otro lado una impavidez rígida.
Tic. Tac. Un duelo de miradas bajo la trémula luz de los fluorescentes.
Tic. Tac. Un minuto.
Tic. Tac. Un crack perfectamente audible, procedente de una mandíbula que se desencajaba después de muchos años.
Tic. Tac. Un leve rictus de dolor, por el esfuerzo de abrir la boca.
Tic. Tac.
Y contestó con un abrumador...
NO... SÉ.

Epílogo: Nuestro joven jefe, preso de un ataque de nervios, dimitió.