26 de diciembre de 2012

Felicidades para el 2013



Apenas restan días en el calendario

 Y un año más que estoy aquí

Sentado en el rincón, donde habitúo a tomar café

Del calendario los días que nos restan contemplo
Y entre el lapso que se tarda entre un sorbo
                                                                    y el siguiente,
imagino el desprendimiento de las hojas que aletean 
                                                                         fugazmente
terminando posadas en el suelo de linóleo.
                   
Por el suelo extendidas todas, dejan a nuestros pies
regueros de historias que se quedaron pendientes.
Galanterías, cumplidos, también agasajos que nos
                                                                           callamos,
somos el cicatero Harpagon que guarda en su hucha
las sonrisas, pues regalar le cuesta por tantas prisas.
Los aplausos escondidos, obviados los parabienes
porque perdíamos un metro y el autobús se nos iba.

Y al final del trabajo
Al final de la rutina
A lo largo de un día
Incluyendo su noche

Y si te invade la tristeza
Por un raspón en el coche
O por un ceño arrugado
No lo dudes y copa en mano
Ríe, sonríe y ríe.
Con turrón trasegando.

Temulento y jacaroso
Al nuevo año acogiendo
Con uvas y cava celebrando
Ríe, sonríe y ríe

Y si aún te falta la sonrisa
No lo dudes
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2 de diciembre de 2012

DIEZ


En las nubes
 En los brotes.

Las hojas de los árboles se dejan llevar de la estación
Y tapizan los suelos escribiendo un cuento, 
en el parque.

Érase una vez
un día en el pasado cercano,
entre las doradas hojas de robles y acacias,
formando un mullido lecho donde brotaron sonrisas.

En las hojas 
extendidas por la tierra,
floreció en pleno otoño,
floreció, 
como la primera sonrisa de primavera                    
y los rayos del sol,
cosquilleando mejillas.

Revolotean danzando
 hojas que en el suelo descansaban del largo verano
ligeras 
se mueven alrededor de nuevos ojos,
del nacimiento que trajo el otoño.

Y todos los años las hojas juegan al corro
celebrando tu cumpleaños.
Y van para diez que se celebran.
¡Sin faltar un aniversario!

Festejan,
zarcillos enlazados jugando al corro
y hojas de otoño contentas por el evento.

Felices,
por la bella luz de tus pupilas,
que acompaña tu linda carita,
y adorna la sonrisa de mi niña.

La niña brilla 
cuando el otoño llega

Y ya van diez.



SANDRA EL 30 DE OCTUBRE
PAOLA EL 2 DE DICIEMBRE





22 de octubre de 2012

Reflexiones al volante y momentos inolvidables. II


Yendo por la carretera en mi automóvil vi una señal triangular con un cérvido saltarín pintado; seguí mi camino como otras veces, despreocupado, (en mi vida he visto a un venado desenvolverse por el asfalto). Para mi sorpresa, en mitad de una pequeña recta se movían, o mejor dicho, brincaban unos cuantos ciervos. Eran cuatro o cinco y se dedicaban a piruetear con desenfado sin igual no exento de gracia, interrumpiendo con ello, la libre circulación de vehículos.
Me orillé al arcén y contemplé durante unos minutos la danza de los animales, que absortos en sus juegos parecían disfrutar de lo lindo.
En mi caso “hube” de sujetarme la barbilla que se descolgaba peligrosamente sobre el pecho y que podría llegar a producir un doloroso desencajamiento de la misma.
Sorpresivamente se pararon.
- ¡Ta Chan!
Alineados miraron en mi dirección, astas en ristre y  puntito amenazantes. Alzaron su hocico y levantando el labio, lanzaron su bramido.
-- ¿Y si nos han confundido con una cervatilla?.
En caso de disponer de cámara o  teléfono, y de la necesaria templaza de ánimo, no lo dudes,  inmortaliza el momento.

1 de octubre de 2012

Reflexiones al volante y momentos inolvidables.


I
Iba conduciendo por una carretera regional, cuando a un lado del camino vi una señal triangular con la punta hacia arriba, fondo blanco, y ribete rojo, en la que claramente se distinguía, altiva, una vaca con su ubre. Unos metros más adelante, en medio de la vía, exactamente en el centro, me topé con una vaca varada sobre el asfalto, indiferente a todo; evidentemente frené, y cuando fui a tocar el claxon para espantarla, la mano de mi acompañante me detuvo, diligente, bajó del coche y con paso decidido se acercó al rumiante,  y empezó a mecerla con ágiles movimientos.
Una vez finalizado el ordeño, cogió el cubo y lo llevó al borde de la carretera donde vertió el contenido en un cántaro; acto seguido volvió a ocupar su asiento en el coche, al tiempo, la vaca empezó su lento deambular abandonando la calzada.
Ya sin obstáculos reanudamos nuestro viaje.
Te parecerá extraño, pero no se me ocurrió preguntar qué estaba pasando.

11 de julio de 2012

Son solo dos palabras y una sensación.


Era el mes de septiembre, cuando el verano empieza a decaer. Era  el  Norte, era en un país lluvioso, era el lugar,  el pueblo más lluvioso,  donde venden que la lluvia es arte, era una atardecida, con una tenue lluvia, sutil. 
Ni sirimiri, ni orbayo, ni tan siquiera calabobos, eran calles estrechas y abarrotadas de gente bulliciosa que desaparecían tras un recodo para brotar de la nada tras el siguiente esquinazo, era una cierta jarana, un cierto trasiego, de tanto peregrino asceta o beodo.  Reverberando contra la piedra, y a la vez tan silencioso, eran calles grises llenas de colores, donde los olores brotan tras unas nenas que invitan a tarta, una vez, otra, otra y otra hasta empacharte.
Eran calles con nombres cabales, Rua de Santa Adela y, yuxtapuesta, Rua tras Santa Adela. A veces al lado, a veces al otro lado, y vas caminando tranquilo, tal vez calmoso, pero con ese puntito que da un estomago satisfecho y la compañía que quieres, así caminando entre la plácida lluvia con el sol retrocediendo, con la penumbra empezando a cubrir las piedras.
De golpe en una pared, un cartel hecho de hierro o metal semejante,
da nombre a un garito:
Lejano Sur.
 Lejano Sur.
Lejano Sur.


31 de mayo de 2012

Relatos Mini


Añoranza de la infancia


Hay un árbol que cubre con púas su fruto como los erizos y tras su áspero aspecto se esconde la castaña.
Esas mismas que en un cucurucho de papel de periódico calentaban las manos en el frío intenso de la ciudad.
Pelar el fruto con manos ateridas, morder la castaña y pasearla de un lado a otro de la boca para no quemarse la lengua, son los recuerdos de mi niñez ya pasada, morriñas de un pasado que ahora evoco con el peso de lo vivido cargando mis hombros, rememorando ahora, los pasos perdidos en el tiempo.
            

19 de mayo de 2012

Relatos Mini


El coma patológico

Vivo encerrado en la bóveda de mi cerebro a salvo de invasiones alienígenas
Creo haber notado varios intentos de contacto, pero me hago el desentendido, tal vez no sea muy elegante dar la callada por respuesta, pero qué podría decirles a los seres de las impolutas batas blancas.
A veces colman mi paciencia cuando me sujetan los parpados obligándome a ver el espacio exterior, tan aséptico, tan aburrido.
Últimamente les ha dado por hablarme bajito al oído para contarme sus aburridas historias de quehaceres rutinarios, sospecho que quieren hacerme reaccionar, y al establecer contacto llevarme a su mundo, enfermizo mundo.
Afortunadamente rara vez les percibo, sino como una desagradable molestia que pronto se pasa.
En mi bóveda he construido un espacioso mundo donde no importan las proezas de otros, y no hay coto ni veda a mis sueños.
Los seres de fuera sé que no quieren nada bueno para mí, a no ser algún trabajo esclavo, por ello lucho con todas mis fuerzas para vivir mi mundo y para cuando muera que hagan de mí lo que les apetezca.
                              
                            Nunca me gustaron las películas de marcianos

7 de mayo de 2012

Arrepentimientos


Me arrepiento.

De no haber amado lo suficiente.
De no haber estado más tiempo contigo,
                                                También contigo.
            De buscar por los sueños.
De perderme en la fantasía.

            Me arrepiento.

                        De los besos que pude dar,
                        Y se quedan conmigo.
                        De los guiños,
De las sonrisas que la timidez calló.
            De la risa contenida por parecer cabal.
            De los olores olvidados.
            De los rostros que el tiempo difumina.
            De los afectos que dejé al paso.
            De los versos que no quise escribir.
            Me arrepiento del olvido.

                                    ********
  
No voy a llorar, quiero ver las estrellas.
            Y las formas caprichosas de las nubes en su deambular eterno,
            Por el azul del cielo.
            Voy a seguir el errático vuelo de las mariposas en verano.
            Todas las mañanas, quiero ver salir el sol entre montañas.
Todas las tardes, quiero ver apagarse el sol tras el horizonte
 de un mar tranquilo.
Y envidio al jardinero en el palacio de la princesa.
Envidio el titilo de los astros a lo lejos.
Envidio al asno plateado y a la lluvia tras los cristales.
Y lloraré, a las siete en punto de la tarde.
           
Me arrepiento de haber mirado a otro lado.


12 de abril de 2012

Enlace

Eva se casa con Paul, también se puede inferir que Paul se casa con Eva, en caso de llegar a un consenso en la afirmación anterior, podemos lanzar vítores.
            ¡Vivan los Novios!
            En mitad  de la ceremonia seremos circunspectos, salvo las oportunas exclamaciones de rigor.
¡Que bonita va la novia!
¡Que buena pareja hacen!
Te advierto que somos propensos al desparrame y tras la primera cerveza sin alcohol lanzaremos los consabidos “que se besen”, para acto seguido pedir un viva para los padrinos, para la madre que te parió, para el padre de la novia, para los primos, y por supuesto para el Tío de la Novia, que haremos extensible a la  Tía y a los otros tíos que casualmente pasaban por ahí.
Espero las consabidas lagrimitas de emoción y un mirar fiero al Paul, “A ver como nos tratas a la niña”.
Por cierto, Paul o Pablete, estoy indeciso en el apelativo familiar al nuevo, a fin de cuentas va a pasar a ser el nuevo se ponga cómo se ponga.
Qué seas muy feliz EVA.
Está bien felicitemos a Paul también, aunque lo doy por supuesto, se lleva una joya.
Eva se casa y yo con estos pelos, espero que haga un día espléndido para poder lucir mi palmito, para la ocasión me he comprado zapatos nuevos, lo que puede ser doloroso.
Muchos besos, muchos besotes, muchos besitos, abrazos para aburrir, camiones de arrumacos y suspiros, hoy os vais a ver rodeados de containeres de suspiros.
Feliz Día. Vivan los Novios. VIVA. VIVA. VIVA. VIVA
VIVA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA, VIVA
Y MÁS VIVAS

26 de marzo de 2012

JAVIER

            Es Javier natural de Serantes, pequeño núcleo del occidente asturiano, a escasa distancia de la Villa de Tapia de Casariego y del mar. Nació en un caserío del lugar y como es preceptivo su hogar tiene nombre: la casa del “Abeyón”.
Situándonos en la carretera que lleva a Tol y enfrente del sindicato agrícola sale un camino de tierra, a un lado la iglesia, del otro la “retoría”; pegado a su linde se halla la cancela que da paso a la cortía de su alquería, por otro lado, siempre abierta.  Su casa compartía linde con la parroquia, lo que era cómodo para ir a misa pero te menguaba las excusas.
            En los años difíciles del pasado reciente, el trabajo en el campo tiene pocas salidas y hay que emigrar a la ciudad, en su caso, hablamos de Javier, la vida le lleva a Madrid, una urbe grandota donde viven unos primos, y los susodichos son la punta de lanza para integrarse aparte de facilitar un lecho por unos días.
            Javier es un asturiano tipo rubio manzana y de él escuché por primera vez lo de “Asturias es España y lo demás tierra conquistada”.
            Como curiosidad diré que lo que empezó siendo una relación de primos segundones se transformaría en una relación de cuñados, o como a mi me gustaba contar “ Además de cuñaos, somos primos”. 
            Dada mi escasa edad y falta de independencia presencié su boda vestido con un traje explícitamente confeccionado para la ocasión, y con corbata. El traje de pantalón corto me produce cierto sonrojo en el visionado de las fotos de la boda, con mis pantorrillas al aire; tal vez el rubor se debe a las risas de mi sobrina Eva, su hija, cuando años después mira las fotos de la boda de sus padres, y en casi todas ellas, como sin querer, al descuido, aparezco yo.
                        Ahora con los años transcurridos, nuestra familia gusta de rememorar cualquier anécdota de nuestro pasado conjunto (por si no os habéis dado cuenta, esto último va con ironía). Como la vez que Javier sujetando por las bridas al caballo nos paseaba por la cortía. Íbamos a horcajadas Eva y yo, cabalgando a lomos del enorme percherón orgullo del abuelo, prestigio de la casa, perseguidos por la estruendosa voz  de mi hermana y su ”!Tened cuidado a ver si me desgraciáis a la niña! “
Recuerdo que una de las veces perdí el equilibrio pues el montar a pelo no era una de mis habilidades, si es que poseo alguna, y como en una extraña imagen a cámara lenta deslicé mis reales hasta hollar el suelo con mis espaldas, eso sí, Eva bien protegida, pues no la solté mientras caía, e interpuse mi cuerpo de forma y manera que al caer ella terminó sentada sobre mi estómago, como si no pasara nada.
            Alabaron mi comportamiento, por la hábil protección de la niña; en mi fuero interno pensé que  siendo Eva mejor jinete, si la hubiera soltado no se habría visto arrastrada en mi caída.
La regañina se la ganó Javier por andar paseándonos a caballo. Mientras tanto, nosotros seguíamos a lo nuestro, que era jugar. Para ser justos, poco podían hacer Javier y mi hermana.
Eva y yo no conocíamos de obstáculos, pocas cosas se nos resistían, y los que menos, sus padres.
            Gracias a que Javier pasaba por allí de más de una bronca me he librado, seguro que él puede rememorar alguna.
            La casa del Abeyón en el centro de Serantes, comparte nombre con un monte de Bilbao y está cerca de Tol, que en la Fala del lugar  es como decir loco; y cuando llegábamos, o cuando nos marchábamos, había que pasar por Rapalcuarto.
            En la casa de Javier, perdido por el desván, me encontré con el arcón de los cuentos. 

8 de febrero de 2012

AUSENCIA

Escondidos por los pliegues de la memoria
persisten recuerdos de alguna ausencia.

Nos asaltan a veces las añoranzas.
En un sabor, por un olor, en la tristeza.
Y aún nos viven, las esencias perdidas,
Entre el corazón y el alma.

Nuestra historia es a veces un acumular
Lugares y gentes que otros olvidarán,
Somos, como no, un almacén de nuestras ausencias,
Guardados los llevamos a todas partes.
Lo que perdimos y nos aflora
con un nudo en la garganta,
Tan de improviso,
Con un duelo tan persistente.
Pues conservamos nuestro pasado
En la caja de los dolores,
Y en el baúl de los mimos.

Nos dañan las ausencias por no poder abrazarles de nuevo
Y dejarse acunar como niños, al calor de su regazo.
Nos duele a veces recordar, y las decisiones tomadas.

Intento vivir con las ausencias acumuladas
Que el tiempo me dejó.
Y escojo para su homenaje todas las gracias
Que en su día sufrí.
Y siguen vivos en ti y en mí
con sus risas e ingenuas picardías.

Todo el mundo sufre de ausencias.
Ausencias para recordar

Y a veces, cierro los ojos para verles mejor.

15 de enero de 2012

Pintores de Otoños.

Hay en los bosques unos pequeños duendes, apenas visibles, para ojos candorosos. Inexistentes a las gélidas miradas.

Hay cercanos a la tierra, unos seres diminutos de oficio Retocador.

Minian con sus tintes las hojas en otoño.

Salen muy de amanecida con grandes botes de pintura.

Al paso vivaz que les caracteriza, los pierdes de vista entre la fronda del bosque.

Encaramados en la copa de los árboles, o en el extremo de la rama mas tierna,

alheñan de matices las hojas.

Del viejo árbol al pimpollo.

Unas de amarillo. Otras de rojo

Hay duendes en el bosque iluminando de rojos las hojas del soto.

Encaramados deciden, según la condición de cada hoja, el tono que les conviene.

Día a día, las van cubriendo con la gama de color.

Del amarillo al ocre. Del rojo al ocre.

Según vemos internando el otoño en el parque.

Hay duendes pintores de árboles en la foresta, en el bosque, aquí, en el parque.



Vienen después los duendes de la brisa.

Sobresaliendo, en las ramas, inflan sus amplios torsos de tenores, y soplan.

Ventilan a las hojas ocres y amarillas, para desprenderlas dulcemente.

Y revolotean las hojas mecidas por el suave aliento de los duendes Céfiro,

hasta el suelo donde la hojarasca tapizará la tierra con el manto otoñal.

Coloridas alfombras para los cotidianos de los bosques,

lugares donde esconderse, senderos para cruzar.

Sendas de hojarasca holladas por paseantes solitarios en el estío de la vida.

Grupos de infantes, saltando sobre la hojarasca del parque que un jardinero paciente amontonó.



Hay duendes especialistas en parques y jardines,

Los hay especialmente dedicados a la selva tropical.

Hay duendes diseñadores que ayudan a los habitantes del bosque

A decorar su madriguera, su guarida.

En los troncos de los árboles o en las toperas de la tierra.

Sobre un nido. En el aire. En la Tierra.



Yo vengo del tiempo donde el jardinero barría las hojas de los árboles.

Crecí jugando con las hojas caídas, regañado por el jardinero.

Él mismo que nos dejaba saltar en las hojas apiladas antes de llevárselas.

Yo he llegado a un mundo donde operarios con maquinas revientan los oídos de la gente con sus motores.

Y apestan con hedores de gasolina.

Gentes ensordecidas pasean con auriculares por el césped.

Y los niños juegan en el parque de su ordenador.



El ruido y la gasolina diluyen a los duendes del parque.

El ruido los espanta, los hidrocarburos los difuminan

Ya no se ven duendes en el jardín.