Mi hermana, que
sabe contar historias
Las mejores películas que he visto me
las ha contado mi hermana Pepita. Su voz, su entusiasmo, su narración nos tenían
a mi madre y a mí embelesados.
Mi madre y mi hermana, con el tiempo indistinguibles.
Mi madre versus mi hermana, dos caracteres a la greña, dos mujeres de armas
tomar.
Mi madre, la severidad. Una fachada que anteponía a sí misma, sus gestos, las más
de las veces dirigidos a Pepa, se esfumaban cuando esta nos narraba sus
historias de cine.
Ahí estábamos los dos, mi madre y yo, en la cocina, escuchando, sin perder
ripio, la voz y los gestos que acompañan a la película recién vista.
Cómo nos llevaba poco a poco, metiéndonos en el intríngulis fílmico, con
representación incluida; la más teatrera de la familia.
Mi hermana, once años mayor que yo, nos traía noticias de lo que ocurría
afuera, en el mundo. Y me entusiasmaba, me hubiese gustado saber ver como ella.
Hay una tradición oral, que nos habla de un tiempo muy pretérito, cuando había
un abuelo nuestro dedicado a rimar y a tocar la gaita, por las aldeas del occidente
astur, desde La Braña.
Pepa es su heredera directa. Un talento familiar prendido en su caletre de
contadora, transformando aquellas viejas películas en un mundo mágico.
Así, pasó que, sí alguna vez vi su película, no era ni por asomo la décima
parte de hermosa que lo contado por ella.
En el calor de la cocina nos reuníamos los tres, mi madre, mi hermana y yo.
Mi padre se había ido al trabajo, en la fábrica donde trabajaba de vigilante
nocturno. Mi hermano, de emigrante en Suiza.
Solos los tres, mis madres y yo, el benjamín.
A veces no eran películas, eran sucedidos. No nos importaba, mi mamá grande y
yo escuchábamos, y Pepa se paseaba, gesticulaba y veíamos todo claramente, con
esa extraña capacidad para volver en imágenes todas sus palabras.
Me hubiese gustado tener su talento,
aunque algo se me ha pegado, un poquito de imaginación, un poquito de
palabrería y con ello pretendo ser el bisnieto del titiritero. Un titiritero en
papel, sobre un papel.
Pues yo crecí acunado entre sus brazos
y sus historias, las de mi madrina, mi hada madrina, mi hermana.
El tiempo y la enfermedad atenuaron su
voz, pero no te engañes, está ahí, y sigo bebiendo, copiando, plagiando
historias.
Historias de amigos y familiares,
trágicas o divertidas. Historias que nunca me cansan.
Las romerías con sus bailes, el cine y
los paseos, los cuentos del trabajo, historias de los que se fueron, historias
de los que están al lado. Y su hija.
La juglaresa, la trovadora, mi
madrina.
Recuerdo sus historias de oficina, sus
trabajos y decepciones,
Cuando empecé a trabajar y a aprender
de la vida, comprendí que cualquier cosa que me pasara era mejor si me la
contaba mi hermana.
Pues yo crecí acunado entre sus brazos
y sus historias, mi madrina, mi hada madrina, mi hermana.
