El descubrimiento
Por entrar al baño con la intención de desprenderme de eso que llevo
dentro y ya no necesito, descubrí, a mi pesar, esos efluvios desagradables
consecuencia de mis desechos. Yo tenía la convicción de que los malos olores
siempre eran culpa de otros, pues andando la plebe carcomida por dentro no era
de extrañar todo tipo de malos humores y flatulencias.
Pero lo mío nunca lo hubiera sospechado.
A fuer de ser sinceros, fue un “descubrimiento desagradable”. A la postre
cabía ser uno más, y que los demás pensasen que Yo también andaba descompuesto
por mis entretelas y que mis expeliciones o las tuyas carecen de encanto rural
o de ciudad que valga, son solo apestosidades.
Por otro lado, es de envidiar a esos animales capaces de ir olisqueando
detritus de otros sin hacer aspavientos ni mostrar ascos, se puede inferir de
ello un peculiar disfrute ante aromas ajenos.
Invito a la gente a probar y a oler los excrementos que se topen por la
rúa y me lo cuenten.
Sintiéndolo mucho, me autoexcluyo del experimento por escrúpulos.
De todas formas, los interesados pueden mandar sus impresiones vía e-mail
a la dirección de correo pertinente, donde convenientemente serán enviados al trash.
Y es que comer, comerás gloria, pero c...
Cheira
ResponderEliminarEs un perfume. Es escatológico
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