1 de agosto de 2025


Por mi nacimiento 4

 

          Por lo que colijo de mis padres, eran gente equilibrada a la hora de generar descendencia.

          En plena guerra engendraron un chavalote que con el tiempo devendría en un hombre de pro. Años más tarde, 3 ó 4, adquirió mi madre un nuevo estado de ingravidez que después de nueve meses cuando el producto aparentaba estar en sazón, va y nace muerta.

          Hubo su momento de reconcome y tal, pero no fue a más.

          Al no haber palpitado nunca no se crio ningún vínculo y se paso página o eso creo. Mis padres no hablaban de ello. Mi hermano Luis era pequeño para acordarse de algo.

          Entre treinta o cuarenta años más tarde, unos aprendices de enfermeros pasaban por las casas haciendo prácticas, como las de obtener el grupo sanguíneo.

          Ahora dejaremos pasar unos instantes de intriga, un redoble, este suspense tiene su aquél pues aclara ciertas cosas de la historia familiar.

          Mi madre tenía el Rh negativo y aunque mi padre hacía un tiempo que había fallecido, conservábamos las pruebas de sus últimos análisis.

          Conservaba mi madre, aclaro.

          Mi padre positivo, mi madre negativo, más allá de las ironías que esto puede generar, me llevo a la deducción de varios puntos.

En casa yo he sido el más proclive a las deducciones o al razonamiento elevado, creo que por cierta tendencia mía a la Lógica y a la Filosofía.

En conclusión, mi hermano mayor, al que ya conoceís como Luis, tiene el Rh positivo, la supuesta hermana fue considerado por el cuerpo de mi madre, como elemento no deseado, y al ponerse de parto entraron a saco los famosos anticuerpos, es por ello por lo que tengo una hermana no nata que estuvo residiendo en el Limbo hasta que Juan Pablo II lo abolió, algo bueno hizo después de todo.

Luego vino mi hermana Pepa que pillo a los anticuerpos de mi madre desprevenidos y pudo salir sin problemas.

Muchos años después y cuando nadie se lo esperaba, de improviso, se gestó mi nacimiento.

En mi caso y para asegurarme me hice con una impronta de Rh negativo con ello los anticuerpos de mi madre y yo establecimos desde un principio, una entrañable relación o colegueo, permitiéndome venir al mundo con su total aquiescencia.

La que lo paso peor fue mi madre, pues al ser mujer de cierta edad, el médico la dijo de primeras que era la menopausia, a lo que iba al ser madura, le costó ciertos quebrantos de los que se recuperó mal que bien, eso no fue óbice para establecer una relación especial entre ambos. Al final llegó a cumplir 89 años con achaques, pero oye que son 89 y no está mal.

 

 


 

29 de julio de 2025



Por mi nacimiento 3       

Mi venida al mundo

 

Recuerdo que antes de nacer me invadió el tedio, habiendo recorrido todo el espacio maternal y tocados sus límites, constaté la falta de espacio para mi futuro desarrollo y, visto lo visto, decidí encajarme, colocarme, disponerme para a la primera oportunidad que tuviera salir escopetado al mundo.

Siempre hay imponderables o situaciones que uno no tiene previstas, en parte por desconocimiento del medio, en parte por imprevisión. Quiero decir que, por instinto, me preparé boca abajo e intenté encajarme al uso en la pelvis de mi madre y, con las ayudas de las hormonas y las contracciones, nacer. Pero no tuve en cuenta el camino por seguir, y su estrechez, pese a que mi madre ya había dado a luz a un par de hermanos con lo que el camino debía ser más expedito, aun así, seguía siendo estrecho y debía deformar mi cráneo haciéndolo susceptible al empepinado, pero, afortunadamente, mis narices ternes no supusieron ningún impedimento o enganche, sí los hombros que tuvieron que girar un poco para poder pasar.

Una vez fuera y con el cordón colgando, me sentí mareado por efecto de la presión de los huesos craneales sobre mi cerebro, creo que es por eso por lo que lo veía todo borroso al principio y tardé varios meses en empezar a ver los colores y, un poco más tarde, a caminar, cuando empezaba aburrirme tanta cuna y tanto biberón.

La propia presión de las circunvalaciones craneales empuja a los huesos a su posición y tamaño original, para luego soldarse convenientemente, como resultado dispongo de una cabeza más que regular. Mi madre decía que debía de tenerla llena de pájaros y que había poco espacio para el cacumen necesario para no rozar la tontería.

Bueno, estaba contado mi primera salida con el cordón colgando y con los ojos escocidos de tanta luz, cuando, de improviso, noto que me agarran de un pie y me cuelgan boca abajo, con lo que toda la sangre fluyó de golpe a mi cerebro, embriagándome un poco tanto oxígeno. En un intento de conservar la dignidad, intenté encoger la pierna libre para así, con los brazos abiertos, hacer una bonita imagen invertida.

Fui descalificado, el juez me soltó una nalgada que me hizo saltar las lágrimas y se me escapó un llanto de los más desconsolador. No recuerdo muy bien, pues estaba concentrado en mis hipidos, pero me bañaron y me cubrieron con pañal y una toquilla, propias de la ocasión.

Lo que si recuerdo es que, más calmado y ya dispuesto en la cuna, los amenacé con mi puño, mostrando mi desaprobación al azote, lo que fue motivo de cierta curiosidad por parte de la matrona que no me encontraba el dedo gordo. Al fin, con un suspiro, y abriéndome las manos, lo encontró recogido entre el resto de los dedos y con su movilidad intacta, asegurando con ello la disposición del dedo oponible y la certeza de pertenecer a la especie adecuada y no haberme equivocado de familia.