La profilaxis rumiante
Estudio
por Ulpiano Sánchez
La naturaleza, en su infinita
sabiduría, gestiona el planeta en la diversidad. Existe entre los rumiantes
tipo vacuno la inveterada costumbre de pasarse parte del día paciendo, parte
del día rumiando. La verdad, no sé qué gusto le encuentran. La naturaleza los
ha dotado de un aparato digestivo acorde a sus necesidades, diseñado para
ingerir cantidades ingentes de hierba de escaso valor nutritivo y, aunque para
un profano resulte agradable pasear de lado a lado una brizna, no lo es tanto
tragársela.
Algunas vacas no le han pillado la
vuelta a la cosa y deambulan indolentes por el prado, de pasto en pasto trapiñando hierbas que de la tierra
brotan, si les fuera dado elegir tirarían más por el maíz, por las berzas o por
cualquier otro vegetal menos soso; constatamos en verdad que, en muchos casos,
el pasto ya ha sido pisoteado, ora por los cuidadores, ora por congéneres del
mundo animal y que, además, dispersas por la hierba te puedes encontrar con
todo tipo de excrementos, desde las consabidas y expandidas bullas vacunas
hasta las más cuadradas de los equinos pasando por las bolitas ovejeras.
Entiendo lo de las cabras, pero lo
de los equinos, que caguen cuadra no consigo entenderlo. A fin de cuentas,
comen lo que todos.
Gracias a las nuevas técnicas terapeutas se han conseguido grandes
avances en el cuidado de los animales de granja. Los estudios líderes son los
dedicados al mundo vacuno donde se han conseguido grandes avances, prueba de
ello es la doma de vacas para que hagan sus necesidades en los lugares
establecidos, así como que las emisiones gaseosas se circunscriban al ámbito de
recintos techados, para obtener gases suficientes para consumo propio y ajeno.
Soslayando con ello el tan temido efecto invernadero.
Hemos recogido algunos casos dentro
de nuestro amplio abanico de estudios para darlos a conocer; en caso de que no
les aporten, nada esperamos, al menos, que les sirvan de distracción.