27 de marzo de 2011

PARA RAQUEL


Gacelas en la sabana flotan sobre los pastos.

Gráciles.
Esbeltas.
Elegantes.
Puedes presumir.

R

Los pasos sobre el cemento de la ciudad

impregnan un aliento cotidiano en el plástico de sus zapatos en eterna pelea con el cuero vivo de la piel.
Persisten los aromas que arrostran los aires ponzoñosos
transmutados en fragancias selváticas.
*
Las nubes grises que a veces cubren los cielos por melancolía
intentan siempre ahuecar el cielo y dejar pasar fotones de colores,
y bañar con su luz el tiempo que te toca vivir.
*
Los Auto-predadores ralentizan sus marchas acompasados,
y envidiosos los habitantes de sus entrañas a veces te tocan el claxon.
*
Entre las nubes de smog
y tanto asfalto florecen las palabras con las que nos sorprendes.
Las ingenuas preguntas,
las brillantes expresiones con las que hemos visto como vestías lo cotidiano.
Una arruga de quince años.
Dieciséis, y una marca en la piel
Diecisiete para pasar un año.
Con dieciocho oficialmente adulta – fea palabra cuando a veces queremos volver al regazo de mamá.
Diecinueve, y la prueba del nueve.
El tiempo dividido y repasado, seguro que funciona bien.
Solitaria la labor de cubrirse con la piel de otros, sacar la empatía a pasear y regalarnos con palabras, ideas, locos amores o ternezas para los corazones dolidos.
Inmenso.
Es compartir, es ayudar a sentirnos mejor.
Soñar para ser felices.
*
Los trabajos del juglar devienen hercúleos esfuerzos de aprendizaje
y no son ponderados con el suficiente apoyo,
tan necesario para el propio yo,
y sus ganas de afecto imprescindible para seguir los pasos elegidos.
Olvidada de los dioses, ignorada por los mortales encerrados en sus ensimismamientos cotidianos.
*
Es tan difícil perseverar y el deseo de cantar amor a los vientos de las ciudades grises,
o en los campos donde antaño saltaban como gamos nuestros ancestros,
y esa necesidad de contar historias,
de hacer reír,
de hacer llorar,
de enamorarlos con sorbos de palabras, de gestos,
con la sutil insinuación de un guiño al corazón,
con el exabrupto brutal removiendo las conciencias
distraídas en su cotidiana pereza.


Has de saber que te queremos y que por el rabillo del ojo te espiamos
Por algo tan simple como que nos haces felices
Sí nos ves distraídos no es otro el motivo que una timidez,
ese pudor alrededor nuestro,
la circunspección propia de la edad provecta o la mera abundancia de arrugas.
Eres la alegría.
Eres tú.



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