4 de julio de 2017

El Fanal.





El Fanal.
(Cantata para un coro gospel)

I

El quinqué balanceándose en el zaguán ilumina la senda.
Esperanza del viajero, un amparo, nuestro cobijo.
Huimos por inhóspitas tierras en pos de una utopía.
Hay lámparas en los porches.
Soñar de día para caminar la noche
refugiados en unas estrechas paredes.
Los niños valientes juegan en silencio noche y día,
en su viaje por  el ferrocarril oculto.
Inacabable miedo al  hombre blanco.
El dueño del sudor.
  
Mientras Dios me guíe no temeré,
a su cuidado estoy.
Llegaré a la luz  y cantaré,
pues brilla el sol
donde Dios me lleva. 
     
 II

En el porche una mujer nos acoge,
con tazón de sopa y pan
se reponen las mermadas fuerzas,
y se sigue, a la oscurecida, el peregrinaje,
guiados por la luz  del  siguiente zaguán.

“La próxima estación del ferrocarril nocturno,
viajando al norte desde el profundo sur,
por el país de la libertad blanca”.

Cruzando ríos, esconderse y caminar.
Vamos en pos de un tren imaginario.

¡Oh, Señor! Dame fuerza y romperé la cadena que prende a  mis hijos.
Un paso más en la noche. La luz de una candela en la inacabable tierra.
Prolongada noche.
¡Oh, Dios! Danos tu guía en tierras hostiles.
Por la ribera atraviesa el tren el crepúsculo,
buscamos un destello para vadear el río.
Huyendo del dominio del amo,
tomamos el vagón al ocaso. El ferrocarril del norte.
¡Oh, Señor!  Alumbra nuestro destino.

Cautelosos pasos de pies nudos hollan las hojas de hierba.
Dormir el día tras falsos tabiques. Otro tren, otra noche,
una luz que buscar, un fulgor en la oscuridad.
  
Mientras Dios me guíe
no temeré.
A su cuidado estoy.
Llegará la luz y cantaré,
pues brilla el sol donde Dios me espera.

III

En los marjales bulliciosas ranas.
En la lejanía retumban los cascos de caballos,
en sus lomos los sicarios avisados por el amo
y los rabiosos ladridos de los perros.

[“Maldita la esperanza de los esclavos.

Otra vez se pierde el rastro.

Azuzados los perros furiosos,

retoman el rastro de su hedor

y pagarán en su carne el desafío.

Su piel se abrirá al dolor

y a fuego marcados como dicta la ley”]

Esconder el roce de los pies descalzos
entre los cantos de la lechuza y de grillos alborotando.
Caminar silente de los que buscan un faro en la noche.
Peregrinos hacia la libertad en el ferrocarril del norte.
Un quinqué, un candil, un fanal, una antorcha.
La luz hacia la vida.

¡Oh, Señor!  Oculta nuestras pisadas.
¡Oh, Dios!  Ilumina el sendero.
¡Oh, Señor!  Que reaviva la candela.
¡Oh, Señor!  Que diluyes nuestra cadenas.

IV


Hoy entramos en la estación.
¡Oh, Dios!  Perdona estas lágrimas de puro gozo.
¡Oh, Señor!  Para ti las gracias.
¡Hosanna!

No hace tanto, los que deseaban la libertad
guiaban su camino por el fulgor de los porches.
En medio de la desolación,
un brillo de la esperanza, abriendo brecha
entre los pliegues del miedo,
en tierras inhóspitas.
Un fanal. Un quinqué. Una bujía.

Mientras Dios me guíe
no temeré.
A su cuidado estoy.
Llegará  la luz y cantaré,
pues brilla el sol donde Dios me guía.