En
el quicio de la ventana
apoyado
al sol de la mañana,
traía
el patio aires de una copla que nació trasnochada
eterna,
llena de lamentos.
Y
esta vez, como tantas otras,
desee
una voz y en el al aire lanzar mis propias desdichas.
Me
oculte tras la cortina para escuchar su voz
que
este día trae a mi ventana,
donde
derramo una lagrima de recuerdo.
Atorrante,
vago, maleante, lleno de vicios propios de un borracho.
Amarrado
a una farola que no ofrece ningún sostén
y
terminar tumbado al pie del farol.
Su
luz refleja el poco aprecio que tiene de la noche
la
luminaria se hace sombras por la propia penuria
de
este carácter pusilánime, vago, bigardo, atorrante.