18 de julio de 2025

 


YO SOY DE CONSTANTINA

 

Aclaración.

 

 

            Mi nacimiento fue posible por una serie de recovecos en el devenir paterno.

            Mi padre, mozo de mulas, cargaba traviesas en el monte y las bajaba a la carretera, él no, las mulas, pero ni la madera era tan abundante ni el salario suficiente para formar una familia.

            Seducido por los cantos de sirena lanzados por sus hermanos allende el océano, barajó la posibilidad de embarcar para hacer las Américas.  Destinos tenía donde elegir: hacia el Sur, donde un hermano trabajaba en las minas de plata del Uruguay; hacia las Antillas, donde la otrora perla de nuestro imperio ofrecía la posibilidad de tener un trabajo remunerado, suficientemente remunerado, y esta fue su opción más clara cuando un hermano se ofreció a pagar el pasaje a Cuba.

            Inmerso en los trámites previos, subieron desde La Caridad unos falangistas a dar un mitin de aldea. Enaltecido, se afilió con un amigo de los que son inseparables en la Falange Española, de suerte que a los pocos días estalló la guerra de aquí y se fue a hacerla como voluntario en la Primera Bandera de Falange de Asturias.

            De sus hechos de guerra desconozco todo, a excepción de su convalecencia en casa por las heridas sufridas en la batalla.

            Sobrevivir a la guerra y unos padres motivados, generaría años después mi nacimiento. Un alumbramiento más si se quiere, baladí tal vez, pero en lo que a mí respecta, un acontecimiento de la máxima relevancia.

            Nacería, pues, sobre el mes de febrero del año 56, por lo que es fácil colegir que la impronta debió ocurrir mediado el año 55 del siglo XX. Todo esto lo he deducido yo solito partiendo de la consulta de los papeles familiares, libro de familia, partida de bautismo y algún otro documento.

            A pesar de mis habilidades intelectuales, no soy capaz de retrotraerme a los detalles postparto más allá de lo referido por mi madre y la morbosa recreación del momento, lo doloroso y molesto que fue, y de las secuelas que en ella quedaron.

            Reconozco un cierto grado de irritación por mi parte con su narración, pues en ningún momento me sentí responsable de los supuestos daños, pienso más que los males se produjeron por la propia edad de mi madre, ya madura, y que no estaba ya para esos trotes. Por otro lado, y aunque no llegue a expresarlo explícitamente, rondaba por mi cabeza la idea cruel de que, si fue tan molesto, pues no haberme tenido, en cuyo caso os hubierais visto privados de mi presencia. Es decir, gracias a los inconvenientes del momento se podía disfrutar de mi grata compañía.

 

11 de junio de 2025



Se marchitan

 

 

Las rosas se marchitan cuando se aleja,

añoran la luz de su mirada.

 

El jardinero, perdida la alegría,

recoge pétalos y hojas secas

en los jardines de las catedrales.

Recuerda el bullicio de pasadas primaveras,

sueña con una vida a borbotones,

recuerda la gente paseando. 

 

El otoño desviste la flora del mundo,

las aves tristes nos miran desde su rama,

refuerzan los nidos para el invierno.

Todos los días se llora en el camposanto.

El jardinero triste sepulta coronas de flores.

 

Durante el otoño, recuerda

cómo fueron las cosas

no ha tanto tiempo.





 

2 de mayo de 2025


En el quicio de la ventana

apoyado al sol de la mañana,

traía el patio aires de una copla que nació trasnochada

eterna, llena de lamentos.

Y esta vez, como tantas otras,

desee una voz y en el al aire lanzar mis propias desdichas.

 

Me oculte tras la cortina para escuchar su voz

que este día trae a mi ventana,

donde derramo una lagrima de recuerdo.

 

Atorrante, vago, maleante, lleno de vicios propios de un borracho.

Amarrado a una farola que no ofrece ningún sostén

y terminar tumbado al pie del farol.

 

Su luz refleja el poco aprecio que tiene de la noche

la luminaria se hace sombras por la propia penuria

de este carácter pusilánime, vago, bigardo, atorrante.


 

2 de marzo de 2025

Carmín

 

Carmín

 

            Una simple historia que ni se reflejara en los medios.

            No tiene signos externos visibles ni los tonos cromáticos de las pasiones al uso.

 

 


            Érase una vez un hombre que tenía trabajo en una empresa de cosmética.

            Quien le conocía no le definía como atrevido.

            Le prestaba el fútbol y reírse con los amigos,

            pero de una cosa hablaba poco y siempre con tópicos: de su mujer.

 

 

            En casa le gustaba mirarla, incluso a escondidas, y cuando no podía más

            se acercaba a abrazarla un segundo.

            También practicaban su poquito de sexo y se lo pasaban bien, muy bien,

            pero carecían del furor erótico de los filmes à la page.

 

 

 



            Érase una vez una mujer, no sé si trabajaba en casa, fuera, o en los dos sitios.

            Tenía un poco de fantasía para adornar con gracia los sucesos cotidianos.

            Sus amigas preferían los chismes de otras.

            En casa se sorprendía a veces cogiéndole de la mano o con un beso a traición,

            para disfrutar después de los destellos en sus ojos.

           

 



 

            Y llegó la tristeza.

            Ella fue al médico al sentir unas ligeras molestias.

 

            Se moría.

 

            Hubo unos días de calladas lágrimas.

            Hubo unos días de silencio.

 

 

            Ella decidió regalarle sus últimos instantes, con cuidado,

            con temor de recordar lo que estaba por venir.

 

            Él también.

  

 

            Fue un pacto no enunciado que los dos cumplían en toda ocasión,

            con la determinación de un destino.

 

 

            Fueron unos días sin apariencias, vivían el uno hacia el otro,

            se olvidaron de los demás.

            Y se arrepintieron de no haberlo hecho antes.

 

 

            Algo cambió dentro de él, tomando cuerpo cierta fatalidad.

            Tenía acceso a ciertas sustancias que pudo manipular de consuno.

            Estas, en dosis imperceptibles, se acumulan en el organismo

            hasta alcanzar el umbral del peligro y entonces, sin dolor,

            una muerte sobrevenida.

 

            Le hizo entonces un pintalabios rojo carmín, y le dijo:

            me gusta ese color sobre tus labios.

            Ella se lo ponía todos los días

            que transcurren. Un poco de existencia en la vida de todos.

            Él siempre lleva consigo otra barra de labios.

 

 

            Poco después de pintarse los labios sintió un mareo, un ligero vahído.

            Él, solícito, la ayudó a recostarse en la cama.

            Fue por un vaso de agua para ella y por su lápiz de labios.

            Se recostó a su lado y mordisqueó su rouge hasta sentirse mareado.

 

            Notó cómo el corazón de ella perdía fuerza.

            Mordió una última vez y con los ojos muy abiertos, a su lado,

            sin dejar de mirarla, fueron apagándose poco a poco, al unísono,

            muy juntos, en silencio.

 

            Cuando entró la Muerte, muy quedo, por no molestar.

            La Muerte lloró.

            Por primera vez.

            Lloró.

 

 

 

 

13 de diciembre de 2024



 

OTOÑO

III

 

Tantas hojas caídas

desplazadas por los vientos a otros corazones.

El barrendero apila los restos de los destrozados,

prende una chispa en los restos húmedos.

 

Chorro de humo gris,

de humo blanco,

sube cercando a las nubes encumbradas

diluyéndose,

difuminándose en los cielos,

y se condensa

en llantos sobre la tierra

por los muertos

por frustraciones,

nuevas,

antiguas.

 

Limpia heridas,

lava evocaciones,

murmullo de melancolía.

 

IV

 

Sana o se pudren

los restos del gastado corazón

habitado de reminiscencias grises y doradas.

El almacén de las cuitas

 

Obligaciones que no quisimos pagar.

Deudas que se negaron cobrar.

 

Losas de granito duro

encorvan nuestro cuerpo

abrumados pasos de lerdo discurrir.

Se alían los años con añoranzas.

Empiezan las rodillas a avisarnos de los años,

fluctuando, pinchando,

devolviendo nuestro pasado

  

V

 

La voz requiere unos signos inventados en el ayer.

Dar rienda suelta a esas palabras ocultas.

Oscuras. De odio.

Límpidas. De amor.

Eternas. Las inquinas.

Efímeras. Los deseos.

Persistentes. El olvido.

 

Los recuerdos habitados aún.

Los sueños necesarios para seguir hollando este suelo.

Dispongo de suficientes sustancias para pasar un buen rato.

El insulto forma parte de la vida moderna,

el nuevo arte cotidiano.

11 de diciembre de 2024

 



II

  

Presta el carballo

presta el arce

hojas a las barredoras máquinas.

 

Imprégnase el cemento de lustre efímero,

dando a la brea atractiva oscuridad.

Emporios de hierro y cristal, metrópolis.

Por una vez aseadas entre tantas miasmas cotidianas.

 

Se conservan reservas vegetales

reductos para abuelas y emigrantes

lugares con toboganes.

 

Y los niños preguntan se caen las hojas.

En la respuesta un hálito de tristeza

en estos otoños perfectos.

 

OTOÑO

Hay algo perfecto en el otoño. 

                                                                                Abril es el mes más cruel. T. S. Eliot

                 I

Hay algo perfecto en el otoño

con sus dorados,

con sus bronces.

Se visten entre sí aire y tierra.

combinando grises de un cielo encapotado,

oasis de azules

iluminando bosques que aún quedan

entre el asfalto y el cemento

de las urbes cada vez más próximas.


 

Hay algo perfecto en la lluvia de otoño

limpiando nuestro smog.

La mala baba suspendida en cada ciudad,

ciertamente, metafórica.

4 de noviembre de 2024

 


Bodas, bautizos, comuniones

 

En algunos de los acontecimientos se lanzaban caramelos al aire, incluso perroes, (monedas) y la chiquillería se abalanzaban como gaviotas a por los obsequios que un padrino contento ofrecía a los presentes. Los años, el cuidado de la vestimenta y el qué dirán, me relegó a observar displicente, pero sonriente, a los chavales que se reían y empujaban por obtener dinero o golosinas. En los labios se reflejaba una mueca que pretendía ser una sonrisa de superioridad adulta, pero que yo sabía que solo era envidia.

Yo siempre quería estar en medio del fregado y a la porra si se ensucia el traje. Por cosas como estas los que me conocen me dicen: A ver si creces, ya.

Yo quiero.

Saltar en los charcos.

Hurgar en los hormigueros.

Levantarles la falda a las chicas.

Tirar bolas de nieve con piedras en su interior. Pa´Descalabrarse.

Hurgarse la nariz.

Algunas cosas son impropias, antes y ahora. Pero es un gusto imaginarse en anarquía y locura, sin más, utilizar un palo como espada, ametralladora o pincel con el que escribir en la pared un nombre.

No especifiquemos, dejémoslo en el aire, no nombrar los motivos por los que conquistarías las estrellas.