11 de enero de 2021

No eres rubia

 


No eres rubia. Entremés

 

Una foto o una proyección de una patera. Una proyección de una ola. Silencio.

Devuelve el mar los restos de hombres. Sobre la playa se pueden ver varios cuerpos y unos uniformados de pie, tomando notas. Muy lejos, después, llega la noticia a la ciudad africana. Una mujer, negra como la pez, recibe sentada la noticia y el Jujuy de su voz rompe los tímpanos de los sordos. Se va levantando. Incorporando muy lentamente. La misma negra mujer con el hatillo de sus pocas pertenencias en equilibrio sobre su cabeza, camina despacio sin detenerse. Primero oímos un murmullo, luego entendemos que va tarareando su canción, la canción de la despedida. Poco a poco la oímos cantar su blues

            Y el mar no quiso guardarlos.

            Volvió mi niño a la cuna.

            Mi hombre volvió a nado.

            Desde el océano lejano.

            Bajo el agua se juntan.

De vuelta a casa.

Los hombres a la tierra.

            Y el mar no quiso guardarlos.

Descansan en tierra.

Los hombres del África.

 

Seguir caminando y no pararse hasta llegar a una ciudad gris, habitada por los pálidos individuos que pasan a su lado como si no existiera. Mucha gente y coches, gritos bocinazos. La vemos querer hablar rodeada de gente. Primero casi inaudible: “Estoy aquí”. Mas alto: “Estoy aquí”. Gritando: “¡Estoy aquí!” (Varias veces. No sé cuántas).

Tipo 1 que se acerca:

—Vale, vale. Pero no eres rubia.

Mujer:

—Estoy aquí y soy negra.

T.1:

—Uf, esta gente no es capaz de nada. —Alejándose–. No entienden el idioma. Vienen aquí a quitarnos el trabajo —sigue murmurando—.

 

*

 

            Deja su hatillo en un rincón y se pone una bata azul, de trabajadora.

            Mientras tararea su canción, la vemos pasear con un anciano o anciana cogida del brazo. La podemos ver con un plumero limpiando. La puedo ver en dos situaciones diferentes: fregando platos o reponiendo productos en el lineal del super. Puede seguir con la misma bata, pero ahora se debe incluir una ridícula redecilla verde. A su lado, una compañera teñida de rubia.

Compa:

—Los caballeros las prefieren rubias.

Mujer:

—Pero si soy del África.

C:

—Te puedes teñir y ya verás lo que se conquista.

Le susurra algo al oído y se parten de risa.

Entre risas.

M:

—Así que también te has coloreado eso. Ríe.

C:

—Por supuesto, y le tengo loquito. Dice que soy rubia auténtica.

Las dos mujeres se ríen dejando flotar las risas, mientras se apagan las luces.