OTOÑO
III
Tantas hojas caídas
desplazadas por los vientos a otros corazones.
El barrendero apila los restos de los destrozados,
prende una chispa en los restos húmedos.
Chorro de humo gris,
de humo blanco,
sube cercando a las nubes encumbradas
diluyéndose,
difuminándose en los cielos,
y se condensa
en llantos sobre la tierra
por los muertos
por frustraciones,
nuevas,
antiguas.
Limpia heridas,
lava evocaciones,
murmullo de melancolía.
IV
Sana o se pudren
los restos del gastado corazón
habitado de reminiscencias grises y doradas.
El almacén de las cuitas
Obligaciones que no quisimos pagar.
Deudas que se negaron cobrar.
Losas de granito duro
encorvan nuestro cuerpo
abrumados pasos de lerdo discurrir.
Se alían los años con añoranzas.
Empiezan las rodillas a avisarnos de los años,
fluctuando, pinchando,
devolviendo nuestro pasado
V
La voz requiere unos signos inventados en el ayer.
Dar rienda suelta a esas palabras ocultas.
Oscuras. De odio.
Límpidas. De amor.
Eternas. Las inquinas.
Efímeras. Los deseos.
Persistentes. El olvido.
Los recuerdos habitados aún.
Los sueños necesarios para seguir hollando este suelo.
Dispongo de suficientes sustancias para pasar un buen
rato.
El insulto forma parte de la vida moderna,
el nuevo arte cotidiano.
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