El volteo del benjamín
I
Mi hermano Luis y un tal Tomás encontraron diversión en el
lanzamiento al aire del crío de la casa.
Enfrentados, conmigo en brazos, jugaban a lanzarme al aire
el uno hacia el otro. Mi madre se alteraba con esos juegos con un justo temor: «Me vais a reventar al crío».
No compartía sus miedos y entre risas solicitaba un «más, más», y «otra vez, otra vez». Y proseguía el manteo entre mis incontenibles risas. He
llegado a pensar si no escondía una temprana vocación por lo alto, unas miras
superiores, una vocación..., de astronauta que se me pasó y no volvió. Ya de
adulto procuraba distanciarme de norias y montañas rusas, un matiz físico me lo
aconsejó; sufro de alteraciones urinarias cuando estoy en las alturas, un
descenso brusco incita a los riñones a presionar la vejiga con el consiguiente
peligro de sufrir molestas pérdidas y, ni me gusta el olor que deja ni la
mancha con ello asociada que se queda en los pantalones.
Como todos hemos visto, en los aclamados documentales de la
dos, la preparación de pilotos estelares conlleva su centrifugado a altas
revoluciones y eso, unido a mis pérdidas, me alejaron definitivamente del mundo
de los cohetes y de los transbordadores espaciales.
Pero no hay que tomárselo como una pérdida: solo fue una
reubicación de mis prioridades, un cambio de orientación en la vida, un
enfrentar las crisis con espíritu emprendedor y enfocar mis pasos en la
consecución de otras metas, no por ello menos importantes o interesantes.
En
lo tocante a mis vuelos sin motor no recuerdo niente, no puedo contar
ninguna habilidad específica ni hablaros del salto mortal carpado con medio
tirabuzón, porque todo lo que puedo referir es de segunda mano, es decir, de
oídas. No existía ese lenguaje en el acervo popular, no se habían generalizado
las retrasmisiones gimnásticas ni había televisión, pues fue justo ese año
cuando empezaron las primeras emisiones en pruebas para los cuatro televisores
mal contados, que hubiera en Madrid y en Barcelona.
En
resumidas cuentas, me echaban al aire, y yo me reía.
Jajajaja que curiosa foto no? Gracias Felipe. Nani
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