22 de noviembre de 2011

Polvo

Sentados al borde de la alacena, con los diminutos pies colgando, observan sonriendo el trajín de los titanes.
Bajo su irónica mirada, los gigantes realizan ímprobos trabajos en sus cotidianos quehaceres: aireando tapetes, sacudiendo alfombras, puliendo suelos, (aspirar, abrillantar, fregar)..., recogiendo las inmundicias generadas en su deambular exagerado de gestos conspicuos y pesadas formas. Los volúmenes densos de esas gentes, imponentes por su tamaño, desplazan el polvo y las pelusas junto con otros restos a bolsas específicas donde lo vierten todo, y con ellas, cuando su contenido rebosa, lo llevan hasta otros contenedores al uso. (Contenedores para desperdicios que otros hércules recogen con sus máquinas de metal y veloces se alejan como si temieran que les robaran  sus asquerosas mercancías).
Más tarde lo vierten en grandes descampados, enormes lugares, donde aplastados y removidos desperdicios, cubiertos con ligeras capas de tierra, reposan hasta que el viento o la brisa deciden salir de paseo. Entonces, vuelven en suspensión a recorrer el camino que las apartó de su residencia, al mismo lugar del que fueron barridas.
Las partículas de polvo en suspensión en poco tiempo se depositan en los mismos lugares, y satisfechas, esperan a ser removidas por los colosos que las quieren arrojar de su lado.  Eternamente los hombres consienten en ser condenados a repetir el mismo gesto, la misma rutina, por mor de una supuesta limpieza que piensan les tonifica.
Y siempre vuelven, las partículas, a ocupar el espacio que ha poco ocupaban y del que son siempre removidas, una y otra vez.
Sentados, sentadas, saltando, bailando sobre sus diminutos pies en el quicio de la puerta, volando desde la alacena al taburete.
Cabalgando felices a lomos de una molécula de aire. Jugando a escondidas con los mortales. Suavemente recogidos por trapos amarillos. Sacudidos desde una ventana abierta por donde volverán a entrar a trompicones, o con la parsimonia elegante de las veteranas partículas en suspensión, que se conocen imprescindibles, inevitables.
Sonriendo.
Entra el Polvo.
¡Este polvo¡

3 comentarios:

  1. Me gusta. ¡Fantástico!

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  2. Desde que se que las partículas disfrutan de minúsculos piececillos he comenzado a quererlas. Eres un peligro yendo más allá que el mismísimo Walt Disney, humanizando a animales y objetos: mira que hacerme amar el polvo!!!

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