El
rapto abrupto de las sabinas por los imperialistas romanos.
En mitad del pueblo de Calatañazor me topé con un verso de Gerardo Diego
en un recoveco del pueblo en el que nos da noticia de la pérdida del atambor
del moro Almanzor cuando pasaba a Medinaceli en busca de un merecido descanso
tras las algaradas tenidas con los cristianos.
Cerca de allí me encontré con un bosque de sabinas que, a decir de los
paneles, es un bosque natural, como te lo cuento.
Mi primera reacción fue buscar dónde
estaban los romanos, y no los hallé.
La verdad, a mí aquel suceso me
importaba un comino o, si preferimos, un lenguaje a la usanza, un ardite. Por
el contrario, lo de los romanos dispuestos a satisfacer sus libidinosos
instintos, sin menoscabo del interés procreativo que asegurara la descendencia
a quien legar la heredad acumulada, sí.
Estos, tras las consabidas negociaciones, firmaron los acuerdos
pertinentes que soslayaron la lucha; al fin y al cabo, las mujeres suelen ser
desde antiguo sujetos de intercambio comercial. Y esto devendría con el tiempo
en uno más de los orígenes míticos de los avariciosos romanos.
Y hasta ahí llega mi conocimiento de las Sabinas.
Lo que enardecía mi curiosidad era
lo del bosque de sabinas. Y me puse a conectar neuronas, imaginando un cercado
con tropecientas féminas vestidas al itálico modo.
Deambulan ellas grácilmente por la dehesa. Ahí tengo un punto de desbarre
pues no niego que saltan, brincan o danzan al son de jaramillos y ocarinas, que
saber no sé cómo suenan, pero me ofrecen la sugestión de ser instrumentos
arcanos.
Vuelvo al punto anterior y las
imagino con sus amplias túnicas recogiendo setas o flores, que lo mismo da.
Para mi sorpresa, cruzado el vallado
con panel explicativo … había árboles, para más señas Sabinas. Y sabéis para qué son buenos los troncos, aparte de
ayudar a sustentar las casas del contorno… pues en trocitos, y al fondo del
armario, perfuman y, por si fuera poco, molestan a las polillas, prefiriendo
estas otros sitios donde folgar a sus anchas.
Las Sabinas, mujeres de los romanos,
y un eficaz antipolillas.
¡Lo que instruye el turismo!
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