Lucifer:
el ángel caído.
Una de las características esenciales de un Ángel de postín
es la buena presencia, la galanura, y sin pecar de falsa modestia, que en mi
caso era un clamor unánime, la apostura y el general donaire con que había sido
bendecido.
Sí. Soy bello. En grado superlativo. Me hicieron así, no es
merito mío. Añadiré que tanta belleza va acompañada de un cierto grado de
inopia, bastante, de hecho tengo un mote, o sobrenombre: El Ángel Distraído.
Este alias se ha extendido como un reguero de pólvora en
los ambientes cercanos, hasta el punto que, cuando sorprendo conversaciones
ajenas comentando alguna cosa de un tal Ángel despistado, entiendo que hablan
de mí, y me colocan en algún lugar de Babia o perdido entre las
musarañas.(Sorprende lo de musa-araña. Qué son. Arañas de difusa inspiración ,
una sutil divagación, tal vez un etéreo adorno del techo difícil de ver. No sé)
En este lugar hay momentos de deambular tranquilo entre
nubes sumido por las ensoñaciones, mis momentos entre algodonosos cúmulos, el
plácido jardín paradisiaco donde deambulan los espíritus puros. Si, es el
paraíso.
En algunos casos me he granjeado enfados por no responder a
los saludos. Los pequeños tropezones, o encontronazos propios del caminar
ausente, me han ocasionado algún altercado que otro. Inconvenientes
agravados por ciertos celos a mi posición elevada. Estatus atribuido a mí
belleza, no a mí competencia, a pesar de haber dado amplias muestras de
idoneidad en el desempeño de mis funciones.
Sólo un instante es suficiente para torcer un camino,
otrora fácil, hoy tan deprimente. Un suceso baladí echó por tierra mi posición.
Caminaba como de costumbre perdido entre los terrenos de
las Batuecas o entretenido por los cerros de Úbeda, y sin saber cómo, me caí.
Me baje del cielo. Me despedí de las nubes.
La velocidad cada vez más acelerada de mi caída me devolvió
a la realidad y asustado pedí ayuda. Mientras caía oía a lo lejos unas voces
que decían: “Extiende tus alas, fatuo”.
Cuando quise darme cuenta e intentaba extender las alas ya
se había estampado mi cuerpo contra el suelo. Tomé la medida a la tierra. Cuando quise
darme cuenta e intentaba extender las alas ya se había estampado mi cuerpo
contra el suelo.
No, no me pasó nada, evidentemente soy un espíritu y no
tengo huesos para romperme.
Me molestaron,
sí, me molestaron las sonrisas que detecté en
los otros ángeles que se interesaban por mi estado; lo peor fue la visita del
supervisor que me echó una mirada de arriba abajo y me soltó un: “ Tú no eres
un ángel distraído, tú eres un ángel caído, así que quédate ahí una
temporada”.
Aquí estoy, lejos de los otros, aquí abajo. Ahora me llaman
Cachano, antes conocido como Luzbel el distraído.
Me informa mi abogado que mi recurso, solicitando volver a
las alturas, ha sido atendido con el plácet correspondiente; y en un par de
días a lo sumo llegará la orden de reincorporación a mi antiguo puesto, previa
alta médica expedida por el Servicio de Angélica Salud (SAS), siempre atentos
al bienestar del prójimo.
P.D.: El tiempo transita a su bola y no tiene relación
directa con lo que percibimos. Hago esta aclaración por cohesión interna de la
historia, y así diferenciar los lapsos temporales que notan algunos: los de la
materia carnal.
Lo que para mí puede haber sido una estancia de unos pocos
días, pueden ser sentidos como milenios por los seres no espirituosos.
Nota: Echaré de menos Madrid
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