27 de mayo de 2018

Senderos Umbríos


Senderos Umbríos


Caminar cansino de los senderistas por los tupidos caminos de montaña.
La luz tamizada cae somera sobre la tierra.
Árboles cerniéndose sobre el paso del bosque que bordea un arroyo nervioso, entre troncos viejos caídos a un lado y a otro.
Aquel estrecho cortado donde se cede el paso a otros caminantes.
En los nudos de las viejas cortezas, unos hoyos asustan con su mirada vacua en el silencio de la pina cuesta en la ladera de la montaña.
El silencio roto por el correr de lagartos por la hojarasca seca que anuncia un próximo otoño.
Ligeras sombras se mueven a tu alrededor; hojas mecidas por el viento, duendes celosos de su intimidad, camuflados.

            Me pareció ver, entre la fronda, la mirada fija del hierático gnomo de barba verde, al que una xana traviesa mesa las barbas.
            El ágil dedo captó para la cámara la escena mágica y no se impresionó.
Sólo el nudoso tronco de un viejo árbol tendido en la pendiente.
            Sobre nuestras cabezas caían pequeñas ramitas, hojas secas y los afamados frutos del bosque.
Tanta precisión; señal inequívoca de que estaban jugando con nosotros y, no nos quedaba otra que aguantar y mostrarnos enfadados, mientras echábamos la culpa a pájaros o ardillas royendo bayas.
            Mi abuela Constantina me lo advirtió claramente; nunca demuestres que sabes quiénes son, pues son traviesos y si se ven descubiertos se encorajinan y te buscaran las cosquillas y, no podrás tomar el camino de vuelta.
            Acuérdate de tu primo Orlando que un día fue a recoger las nasas donde esperaba encontrar presas algunas anguilas y, nunca volvió.
            Fue el tío Pequin que llevaba fama de taumaturgo, las malas lenguas decíanle sin más “bruxo”, que andando en su busca terminó encontrando su cuerpo sin vida todamente  enredado por los matojos y las ramas de los árboles, cubierto de “felechos” , con el rastro de ”los toxos” rasgando la cara. Cerca del regato en el qué todo el mundo buscó y pasaron sin ver nada,
            Y el tío Pequin explicaba: primero te enredan, te pierden, caminas “lonxe” para volver al principio y ahí te cubren de musgo, te ocultan con “felechos” hasta desaparecer, alguna vez se apiadan o se aburren, entonces te dejan encontrarles y darles cristiana sepultura.
A los pobres incautos enredados con sus juegos.

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