3 de febrero de 2014

Un mal momento

Cuando esperaba en el ascensor el cierre de las puertas,  y de esa manera poder ascender al hogar, vislumbré una sombra conocida, aunque fugaz; el intento de confirmar mi sospecha me llevó a asomar la cabeza para llamarla por su nombre al tiempo que las puertas empezaban a cerrarse, éstas al plegarse en corredera me atraparon dejando mi cabeza fuera. No me cortó la testa, sólo me dejó atrapado con los hombros dentro y sin posibilidad de moverme.
La seguridad intrínseca del sistema fijó la caja en esa posición: no iba para arriba ni para abajo, en ese sentido tenía la certeza de conservar la integridad de una parte de mi cuerpo a la que tengo especial aprecio.
Desde mi posición no podía apretar la alarma, mis fuerzas no ejercían la presión suficiente para abrir la puerta y los estirones para meter la cabeza me producían rozaduras además de un fuerte dolor de cabeza.
Siempre hay gente utilizando el elevador, pero parecía que todo el mundo andaba de vacaciones y con ello el tiempo pasaba parsimonioso, mientras, me iba impacientando a la par que temía que se estropearan los sistemas de seguridad y acabara cayendo con el riesgo que para mi conllevaba.
Un caballero vecino quiso coger el ascensor, me preguntó que hacía y si no me importaba desencajar la cabeza para poder desplazarse a su domicilio, le expliqué que no era mi intención molestarle, que me encontraba en una situación incomoda no por mi gusto y que si tenía a bien avisar al portero o en su defecto al servicio de averías para poder sacarme de allí pues además se me hacia tarde para ir al trabajo; enarcó una ceja y sin mediar palabra se dio la vuelta. Deseé que se dirigiera en busca del portero o al menos que avisara a los de averías; no sin sorpresa lo que oí fue la puerta de las escaleras que dan acceso a los pisos, no la del portal, que me parecía a mí más útil si se quería llamar al portero o a las urgencias del ascensor. En esos momento se me escapó un exabrupto que afortunadamente no escuchó nadie. A todo esto el teléfono no paraba de sonar, al intentar cogerlo del bolsillo del pantalón se me escurrió de la mano, el sonido que hizo al caer al suelo me confirmó su desparrame seguido por el cese de los timbrazos, me tranquilizó, aunque se abrían peores expectativas para conseguir una ayuda por mis propios medios.


Un par de horas de tensa espera.  Los primeros vecinos que llegaban, al menos me daban conversación. Uno de ellos bajó con una botella de aceite que vertió abundantemente sobre mi cabeza para empujarla y así poder meterme dentro del ascensor. Opuse cierta resistencia ya que me aterraba la posibilidad de quedarme dentro del ascensor lo que motivó que se marchara enfadado  y musitando por lo bajini si es que encima es tonto.
En eso, avisado por un buen corazón llegó el portero,  me pareció que se acababa mi apresamiento pues traía la llave que liberaba las puertas, no me importa reconocerlo: me invadió el optimismo.
Hizo el portero las operaciones necesarias, pero la puerta seguía sin abrirse. Entre varios intentaron, jalando de la puerta, que ésta se abriera, esta vez quien oponía resistencia era la puerta que, una de dos, o era más recia de lo previsto o los hombres de hoy en día ya no son lo que eran. Quedamos entonces en esperar al servicio técnico.
El inconfundible uniforme de los operarios del ascensor, recio mono de trabajo azul, significó un alivio a mi maltrecho estado anímico en sus horas más bajas y, a la vez, una vergüenza por venir.
Los susodichos y el portero, con la habilidad que se les supone, desatrancaron la puerta, consiguieron retirar mi cabeza de su prisión al tiempo que oía los comentarios sobre la peste que ascendía del elevador: restos sólidos y líquidos que mojaban mis pantalones y se extendían, tampoco tanto, por el linóleo del ascensor.
Lo peor de ser un tipo circunspecto es que sucesos como éste te vuelven la rechifla del vecindario y los niños al verme se tapan la nariz mientras se ríen de esa forma suya tan escandalosa.
Mi posición se ha visto comprometida siendo como soy el presidente de la comunidad.
¿Con que cara les hablo de una derrama que debemos hacer para revisar ... el ascensor?

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