5 de octubre de 2011

Rosa sonríe



ROSA

Recuerdo a Rosi desde mi bautismo, asomada con su sonrisa dándome la bienvenida.
Estaba pulcro y repolludo con mi traje de cristianar y un gorrito para proteger la cabeza. Iba en brazos de mis padrinos, a la sazón mis hermanos, uno de cada sexo, como manda la tradición que sean los padrinos.
Recuerdo también un cierto número de gente que, más tarde me enteré, eran amigos y pertenecientes a una rondalla de esas que tocaban canciones populares en la época de los coros y danzas.
Mis intereses por aquellos tiempos no pasaban más allá de dormir y comer, por lo que no puedo ser muy exhaustivo en los pormenores, aparte claro,  de la sonrisa de bienvenida, porque agrada que te reciban amablemente.
Transcurridos unos años de los que no tengo noción, supongo que es imposible recordar toda la infancia por muy memorioso que se sea, la siguiente imagen que recuerdo es la de mi madre encasquetándome un sombrerito tirolés frente al espejo, maqueándome convenientemente para la boda de mi hermano y Rosi.
Eran tiempos duros en los que podía faltar algún progenitor que se solucionaba con la mejor voluntad. Así que mi Padre, fue de padrino de boda aunque no le correspondiera, del brazo de su nuera. Esto lo puedo afirmar porqué recibí las explicaciones oportunas, tampoco es que tuviera especial interés, pero se me quedó grabado.
Contaba, que les vi, a mi Padre y a Rosa, de blanco y tul, camino del altar donde les esperaba mi hermano. Padre muy ufano y orgulloso, Rosi con una sonrisa entre la timidez y la alegría.
Como más tarde colegí fue la primera reunión no oficial del club de los sufridos en pleno: familiares y amigos.
Y el convite. En los famosos salones, de los que no recuerdo el nombre, pero que seguro eran famosos, nos amontonamos en mesas en las que tenía reservado un lugar en la principal, donde los novios, al lado de mi hermana.
Y entre plato y plato, exclamaciones y vítores, llegó el momento de la tarta con helado. A mí lo de la tarta no me hacía tilín, pero el alborozo general molaba y probé el helado.
Es mi primer recuerdo de comer helado, y lo que me gustó aquello.
Así que hasta ahora llevamos sonrisas y un helado. Para mí que son recuerdos dulces.
De vuelta de la emigración a Suiza les dió un arrebato (tampoco voy a entrar en ello) y trajeron al mundo a una sobrina, lo de que fuera su primer hijo es secundario, lo importante es que fui tío por primera vez, mas tarde repetiría como tío majete.
Por mor de hacerme el interesante casqué lo de que “feo es el bebe” recibiendo la reprobación generalizada y a la que Rosi no dio importancia. En eso siempre ha sido y es única.
Han pasado algunos años y cuando quise ejercer de tío y pasaba a por mis sobrinos, mi cuñada me tenía preparado un plato de croquetas, y vivían en Alcorcón, lo que puede dar pie a todo tipo de similitudes chistosas.
Ahora, cuando las canas clarean mi barba, la veo acompañada de sus nietas, como sí el tiempo no importara nada,  enseñando sonrisas, regalándonos motivos para reír. 
Y me siento agradecido. 

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