30 de junio de 2011

Consejos a don Miguel: Taller de escritura

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme,
no ha mucho que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero,
adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

Espera, espera, antes de seguir, mira que este comienzo es un poco flojo Miguel. Tienes que conseguir atraer la atención del lector en las primeras líneas, fijarlo a tu texto, agarrarlo mismamente de sus partes lectoras y no soltarlo ni dormido.
Date cuenta, dices lugar, y a quién le importa, si al menos fuera la villa y corte, o la capital de un imperio de exótico nombre. Samarcanda, ése, ése es un buen nombre, te sugiere de entrada aventuras, perfumes de azahar, con velos y tules sobre la piel de la bella sarracena. Puedes empezar así “En la ciudad de Samarcanda”, ves cómo sólo su pronunciación nos envuelve en halos de misterio, en las magias de los tiempos pretéritos. Venga, no seas zote, y reconsidera la verdadera historia de las cosas acaecidas al afamado caballero Alonso.
Por fin le apelas Alonso a tu protagonista, bueno no importa mucho, siempre que le consigas un sobrenombre pinturero y de fácil retentiva; me place ese de  “La Triste Figura”,  seguro que será por penas de amores, pues es de sobra conocido que no hay dama sin caballero, o viceversa, que tanto monta… y eso no te lo pueden censurar pues anda por ahí en el blasón de nuestros reyes.
En cuanto a la época, te recomiendo que lo dilates hacia atrás, o que tus personajes no sean asimilables a otros de nuestro entorno, no anda el horno presto para bollos, y los letrados en derecho, deseosos andan de empezar litigios a la mínima provocación, sospecha o atisbo de pingüe beneficio, por ello, asegúrate de no mencionar  nada relacionado con Fulanitez, ni con  Mengano, estos se ven impelidos por su propia personalidad a estar en todos los mentideros, en boca de todos, para bien y para mal, frecuentadores de escándalos, incitadores de francachelas,  auténticos animadores culturales, llegado el caso.
Y te viene bien que sea retrospectivo pues, la lanza colgada y el escudo de cuero evidentemente corresponden con momentos históricos acaecidos en lugares añorados por la nebulosa del tiempo indefinido, y es que no se estila en los tiempos que corren los cueros, por recios que éstos sean, para frenar las bolas disparadas por algún arcabucero turco. Qué te voy a contar que vos no hayáis sufrido en propias carnes, ¡Pardiez!.
Del rocín flaco, al que podríamos definir mejor como enjuto, prieto de carnes, escaso en sebos, veloz, resistente, valiente y dócil en sus manos, pero zunao para todo aquel otro osado caballero que a su grupa pretenda izarse, sin el plácet visible del Triste  tuyo.
Cuidado con las intertextualidades, no caigas  en semejanzas palpables con el caballero de Leonís, pues su dilatada carrera, su amplia difusión por aquí, o allende las fronteras, le hicieron famoso, y a su autor renombrado, aunque ahora no caiga, no me salga su nombre. Supongo, son los años que atestiguan las profundas arrugas impresas en la curtida piel de mi visaje, y que repercuten también en los vacíos que vislumbro entre mis entendederas, momentos duros, para el que otrora confió en la segura neurona, guarnecida ella en la testa, ahora  alopécica, otrora frondosa, sedosa, causante de algún vahído, de algún desvarío, en fin, ¡Ay!
Perdona que te diga, pero lo del perro, a qué viene, y en las primeras líneas. ¿Le vas a dar algún tipo de protagonismo, tiene alguna habilidad esencial para su amo, es que éste se alimenta sólo de las liebres cazadas por su galgo, desconfía de su entorno, teme ser envenenado? Por lo que colijo, por catas en la narración efectuadas al buen tuntún, quiero decir sin orden, ni concierto, no acierto a ver al galgo por ningún otro lado, nos lo presentas en las primeras líneas, y luego haces desaparecer al cánido como si no importara nada, al menos podrías introducir alguna fiebre en la que desatar la imaginación, con una fábula de corte moralizante, un Dafnis, al uso de tantos escritos edificantes.
Mira Miguel, no quiere hacerte perder más el tiempo, ni que me lo hagas perder a mí, no sirves, esto de la narrativa no es para tí, dedícate a otra cosa, seguro que hay ahí fuera una vocación esperándote, con la que podrás ganar honrada y cristianamente la vida, sólo tienes que encontrar tu lugar en el entramado social de nuestro Gran Reyno de las Españas y provincias de Ultramar.
Lo que sí te recomiendo, es que te dediques a los números, a cosas de Hacienda, veo en esos menesteres de la administración de la cosa Pública  tu futuro, tu pasado de excombatiente es perceptivo para la obtención de un buen remunerado puesto de recaudador, un hábil contable, por demás, por otra parte, el Imperio anda necesitado de buenos escribanos, capaces de redactar informes sin enmiendas o raspaduras.
Déjalo Miguel, déjalo, si quieres comer caliente y ganar un merecido sustento para ti y tu familia.
Déjalo. Dedícate a otra cosa.  

1 comentario:

  1. Me contenta de ver que sigues lanza en astillero, con ese buen humor que rezuma del escrito y ese regusto tuyo por escribir ese castellano de forma tan vigorosa y atrevida,gracias por tan divertidas palabras y considera que te hago la ola...angelux

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