28 de octubre de 2009

La casa que brota de la agreste roca.


En Cáceres.
De la dura peña nacen los cimientos del viejo Cáceres.

Se asientan los cimientos de la casa solariega sobre una roca vieja.

Su basamento se apoya en ella.

Las casas desde las rocas, nacen al mundo por la voluntad del hombre, su necesidad, su capricho.

Roca pulida por el tiempo y por la humana presencia.

Roca sosteniendo la piedra tallada.

Roca aguantando la casa, la de altas paredes, en las calles estrechas que se pueden tocar con los brazos extendidos.

Las casas, sus torres, las mismas construcciones que el famoso tapiz del tiempo ha dado lustre y en el que la hiedra ha trepado.

La hiedra otoño y verde, ha pintado de colores la casa, la hiedra encaramada hasta el balcón de los suspiros.

La hiedra que cada otoño renueva su traje.

La hiedra para asaltar amores.

La hiedra, el modisto natural, no tiene reparo en calzar al mundo con cómodos escarpines.

La hiedra y sus trajes a medida. La hiedra es tolerante con la poda cuando entiende que le tira un poco la sisa.

La hiedra pared arriba.

La hiedra candoroso primor que nos abraza.

La hiedra nos abraza con el primor candoroso de una abuela,

con su tierno abrazo,

con su manto verde y oro, en otoño,

con su manto verde contento en primavera.

Las hiedras, las parras, las torres mochadas.

Es Cáceres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario